Esta semana, la revista de Semana publicaba en su portada a una Letizia Ortiz vestida de incógnito, durante una de sus salidas privadas. En la portada vemos a la reina consorte “al natural”. Ataviada con un plumas, un pantalón ajustado a los tobillos, y un fular con el que ocultaba su rostro. Su ocultación es por dos motivos: porque quería pasar completamente desapercibida y, en efecto, porque no iba maquillada y es así cuando se hacen todavía más evidentes sus retoques estéticos.
Sabemos que la Reina es adicta desde hace ya varios años adicta a mejorar constantemente su imagen y silueta, de hecho se especula con la posibilidad de que estos retoques han sido diseñados previamente por un programa informático, de tal manera que independientemente del ángulo desde que sea tomada la fotografía, Letizia salga siempre perfecta. Y ha sido precisamente durante este último viaje oficial a Portugal donde ha quedado claro que ha vuelto a retocarse la cara. Me confirmaban este pasado viernes que Letizia no solo ha vuelto a tirar de botox en la zona de la sien sino que también ha recurrido a los hilos tensores que, además de hacer un lifting sin cirugía, otorgan más luminosidad al rostro.
Un retoque muy castizo
Doña Letizia no ha tenido que viajar a Barcelona como ha hecho en alguna ocasión. Esta vez ha confiado su cara en un prestigioso médico madrileño del barrio de Salamanca hace menos de un mes, lo suficiente para aparecer resplandeciente y sin moratones en su primera visita oficial al extranjero al país vecino. Pero si echamos un vistazo atrás, es fácil observar como ha evolucionado físicamente -a mejor- aquella joven que entraba en nuestros hogares para explicarnos como íbamos a hacer la transición de la peseta al euro.
Pómulos, surcos y arrugas en la cara, dientes, ojeras, frente, piel más luminosa, mentón, pecho, párpados superiores y nariz, son los puntos de la fisonomía de la Reina que se empeña en retocar constantemente.