Cómo era de esperar -y así lo saben los misteriosos “órganos” de Zarzuela que acaban de redefinir el nuevo papel de la reina doña Letizia- ha sido todo un triunfo la presencia de la ex periodista en el país vecino. La importancia de la visita de los reyes a Portugal no solo recae en que se abre una nueva agenda internacional para los monarcas, sino en que doña Letizia haya descuidado tanto su estilismo. Sí, porque la Reina Austera, ha decidido -otra vez- desempolvar varios modelos que llevaban ocultos en su armario varios años, dejándonos con las ganas de verla ataviada con algún trapo nuevo.
A pesar de que Portugal es una república desde 1910, lo cierto es que nuestra monarquía es muy querida y admirada y goza de la simpatía del pueblo luso. Hay que reconocer que, además, tanto el pueblo como la prensa portuguesa han caído rendidos ante la naturalidad y simpatía (a la que no nos tiene muy acostumbrados) derrochada por la Reina. Tanto es así que, si hace tan solo seis meses la tachaban abiertamente como una mujer frívola, ahora las páginas de la prensa se llenan de halagos, no solo por su evidente cercanía, sino porque se ha podido ver cómo disfrutaba y se manejaba con soltura ante el presidente Marcelo Rebelo de Sousa.
La Reina Letizia quiso demostrar, una vez más, que su presencia en los actos institucionales es importante.
Una actitud que para muchos no es más que una bofetada sin mano a los mandatarios que han decidido relegarla a una posición casi anecdótica que su presencia sí es necesaria. Que ella como consorte sí puede sumar a la Institución, pues ya se sabe que en las distancias cortas y con una buena comunicación se consiguen más propósitos. Es evidente que en esta visita lo ha conseguido.
Pero doña Letizia siempre va más allá. Precisamente por este motivo ha decidido utilizar su estilismo para darnos una lección de estilo. Desde que puso el pie el Portugal su vestuario ha sido escogido como una forma más de comunicación. Ha tirado de fondo de armario para demostrar cuál es su papel en tiempos económicos revueltos. De hecho nada más aterrizar, la vimos con un modelo de 2012. El mismo –complementos incluidos- lo lució en la boda luxemburguesa del heredero Guillermo y la aristócrata Stéphanie. Se trata de un abrigo de guipur lila con flores en 3D y un vestido morado firmado por Varela.
Para la cena de gala, en la que brillaron por su ausencia las grandes tiaras -puesto que la reina entiende que la joya más bella que puede lucir una mujer es su formación intelectual- rescató un diseño de encaje negro y cintura alta, que ya lució en 2014 con motivo de la primera gala como reina.
Y no contenta con ello, repitió una prenda de 2013, para la cena que ofreció el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, en el Palacio de las Necesidades. Se trata de un vestido de vuelo realizado en georgette de seda en verde veronés, bordado en cristal de jade esmeralda y diamantes negros, con el que nos sorprendió en los premios Príncipe de Asturias.