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sábado, 23 noviembre 2024

Lo que el matrimonio de don Juan Carlos y doña Sofía esconde: lujo, excesos e infidelidades

La familia real española está envuelta por un halo de misterio cimentado en un pacto no escrito con la prensa por el cual jamás se levantarían las alfombras de palacio. Sin embargo, los tiempos cambian y los reyes eméritos, Juan Carlos y Sofía, han contemplado con horror cómo lo que ayer era intocable hoy ya no. El castillo de naipes se derrumba y la imagen creada a golpe de reportajes a medida se da de bruces con la realidad. ¿Son tan austeros don Juan Carlos y doña Sofía como nos han hecho creer? ¿Estuvo siempre al pie del cañón el rey emérito? ¿Aceptaron los soberanos regalos que no debían? Estos y otros secretos quedan al descubierto en nuestro reportaje.

 

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La baronesa Thyssen no es del agrado de doña Sofía. No la traga ni por su pasado ni por ciertas compañías que a ella le tocan de cerca. De ahí el ostracismo social al que se ha visto sometida Tita, a quien siempre le han negado el pan y la sal en los circuitos más cortesanos para no contrariar a la reina emérita. Sin embargo, una cosa es frecuentarse y otra muy distinta los regalos. Al respecto se cuenta una anécdota muy curiosa.

Desde que matrimoniara con el barón Thyssen, Tita siempre tuvo una idea fija en la cabeza: congraciarse con los reyes. Ser aceptada por don Juan Carlos y doña Sofía era básico para ella para alcanzar respetabilidad y un título nobiliario. Para ello pidió consejo a su gran amigo, Luis Gómez-Acebo, sobre la conveniencia o no de enviar a Zarzuela un regalo por navidad. Luis, casado con la infanta Pilar, dijo sí. Lo que sucedió está narrado maravillosamente por la periodista Pilar Eyre en su libro Secretos y mentiras de la familia real: “Cuando en Zarzuela son advertidos de que un presente de los Thyssen están en camino se ponen muy nerviosos. Esperan días y días el citado regalo -¿joyas? ¿cuadros? ¿coches?- no se ven por ningún sitio. Miran incluso en la caja fuerte ya que, dada la categoría del obsequio, quizás alguien lo ha depositado allí por seguridad. Asombrosamente, sólo encuentran un par de jamones, valiosos, sí, pero no tanto como esperaban y, además, los ha enviado otra persona. Finalmente, llega el tan ansiado paquete. Es de pequeñas dimensiones, los abren con nerviosismo y es ¡un libro! Dicen que esa noche hubo bronca familiar en Zarzuela”.

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En la década de los ochenta sucedió un episodio cuyo desenlace provoca risa. Al parecer, el rey Juan Carlos andaba corto de dinero y pidió un préstamo al rey Fahd de 100 millones de dólares: “Con solo poner esa cantidad en un banco a plazo fijo habría obtenido una buena fortuna. Sin embargo, el dinero fue confiado a Manuel Prado, que es todo menos prudente, y lo invirtió al parecer en el azaroso mercado de futuros, con resultados catastróficos, de forma que cuando se cumplieron los diez años acordados (tiempo en el que debía devolverse el préstamo al rey Fahd) no había dinero, o al menos no el suficiente, para devolver. El caso es que había llegado el fatídico momento de la amortización del crédito y el rey Fahd había enviado un primo a cobrarlo. El pánico cundió en Marivent… El rey entró en ebullición: ¡Que viene el cobrador del frac con chilaba! Y envía a Manolo Prado a que reciba con toda pompa al correo real. Se desencadenan entonces escenas de zarzuela. Manuel Prado parte veloz a recibir al príncipe árabe, tan veloz que se lanza al aeropuerto militar en lugar del civil, que es donde aterrizaría el saudita. Prado está confiado, pues observa en el aeropuerto una agitación desusada que anuncia visitante de calidad, pero cuando colocan la escalerilla al esperado avión se percata de que quienes bajan del mismo son los duques de Kent, a quienes rinde desesperada cortesía. Juan Carlos monta en cólera, a punto de hacer rodar la cabeza del manco en quiebra. Finalmente, cuando Prado pudo encontrar al príncipe saudita, se postró rodilla en tierra, como su antecesor Cristrobal Colón ante el trono de los Reyes Católicos, y llorando le imploró el perdón para él y para la deuda real. Después el propio rey telefoneó a su homólogo árabe quien, con sublime generosidad oriental, no perdonó la deuda pero concedió un plazo adicional de cinco años”, José García Abad, La soledad del rey.

 

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En 1992, Felipe González puso al rey Juan Carlos en la picota al revelar que se encontraba fuera de España. Sucedió cuando un periodista le preguntó si ya había consultado con el monarca quién sucedería a Francisco Fernández Ordóñez al frente de la cartera de Asuntos Exteriores. El País publicó que don Juan Carlos se encontraba en Suiza para realizarse un chequeo médico. Al día siguiente, Sabino Fernández Campo explicó en la radio ”Bueno, lo que yo creo y lo que se me ha dicho es que está descansando, un pequeño descanso, descanso de montaña que le viene muy bien”. Para entonces, la leña ardía y Sabino telefoneó al rey para que regresara rápidamente a Madrid. El motivo del viaje de don Juan Carlos a Suiza era Marta Gayá

Del 15 al 23 de junio, el rey estuvo en Suiza acompañando a Marta Gayá, que se sometió a una intervención de cirugía estética. Los medios, que hasta entonces jamás habían deslizado ni una coma sobre las andanzas del soberano, incluyeron en sus crónicas el nombre de Marta y así conocimos a la amiga entrañable de la que estaba profundamente enamorado. Tanto que no le importó provocar una crisis de Estado. Y es que se descubrió que el monarca firmó una ley en Madrid el 18 de junio. ¿Cómo fue posible si del 15 al 23 estuvo en Suiza? Marta vivía en Palma pero viajaba con frecuencia a Madrid para ver al monarca. ¿En calidad de qué? Uno de los amigos de don Juan Carlos señaló que realizaba gestiones particulares para el monarca y alabó el hecho de que jamás alardeara de su amistad real en público.

 

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El parque móvil de Zarzuela es impresionante. Allí se encuentran vehículos de todas las gamas. Nissan es una de las que más contribuye y cada año envía diferentes modelos a los reyes. En 2004 la aportación de la firma japonesa era de 16 vehículos. Una de las joyas de la corona es un Porsche envuelto en la polémica, ya que está relacionado con la sociedad Kio. Mercedes regaló a los soberanos un deportivo SL55 K AMG, valorado en 144.500 euros. Con Ford tiene la familia real fuertes vínculos ya que Alfonso XIII, abuelo de don Juan Carlos, fue accionista y también compró acciones de la firma automovilística americana para doña Sofía y don Felipe. Tan estrecho es el vínculo que se cuenta que don Juan Carlos pidió a Henri Ford II que colocara al frente de la filial española a su íntimo amigo, Jaime Carvajal y Urquijo. El consejo de administración de Ford, España, no vio con buenos ojos la propuesta. Todos los integrantes del consejo dejaron de serlo y el hijo de los condes de Fontanar fue nombrado en el cargo.

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La pasión del rey Juan Carlos por el mar ha dado lugar a controversias. El primer yate real data de 1976 y fue regalo del rey Fahd. Sin embargo, nada que ver con el Fortuna que hoy duerme el sueño de los justos. Este todoterreno marítimo costó 7.000 millones de pesetas, la versión oficial hablaba de 3.000. Inicialmente, iba a ser pagado por un grupo de empresarios mallorquines. Sin embargo, el presupuesto previsto aumentó de tal manera que hubo que recurrir a empresarios catalanes y de otras comunidades autónomas. Los patrocinadores del obsequio se constituyeron en fundación para así tener grandes ventajas fiscales a la hora de desgravar el dinero desembolsado.

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Las relaciones del rey Juan Carlos con las monarquías árabes siempre han sido excelentes. Tan solo hay que recordar los 100 millones de dólares que le dejó el rey Fahd. La generosidad de los jeques no tiene límites. Al punto que uno de ellos regaló joyas valiosísimas al monarca y su familia. Entre los presentes, destacaba una daga cuya empuñadura estaba incrustada de piedras preciosas para el príncipe Felipe. ¿Y qué hizo el heredero? Mandó desmontarla y con las piedras preciosas encargó que le hicieran una pulsera para su amor de entonces, Isabel Sartorius.

El jeque árabe también obsequió a los ministros de entonces, del PSOE, con un reloj de oro para cada miembro del gabinete de Felipe González. El gobierno se planteó regular este tipo de presentes y se lo comunicaron al rey, que se negó en redondo: “Qué queréis. Está uno aquí pringando todo el día y encima me pedís que rechace estos detalles…”, tamaña respuesta fue revelada por José García Abad en La soledad del rey.

 

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Gracias a uno de los íntimos de don Juan Carlos hemos sabido que la reina ha tenido episodios de tristeza y soledad que han necesitado atención. También que ambas partes han manifestado deseos de separación. Que la música de fondo del matrimonio han sido las broncas. Que solo compartieron lecho durante 13 años. En situaciones de agobio, doña Sofía recurría a Manolo Prado para preguntarle por las amistades femeninas de su marido. La soberana confiaba en Manolo y le creía fiel. Hasta que un día descubrió que todo lo que le explicaba, él se lo transmitía al monarca. Don Juan Carlos nunca riñe con ninguna mujer con la que haya tenido la menor relación y se lleva bien con todas. Esa es su máxima, aunque en algún caso no ha sido posible.

La reina Sofía, siempre preocupada por las andanzas de su marido, solía preguntar por las mismas a Sabino Fernández Campo, lo que ocasionó una fuerte colisión ya que don Juan Carlos se sentía vigilado en su intimidad por aquel amable y solícito Secretario de quien se despedía el viernes y se encontraba el sábado sin que estuviera previsto.

 

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Con Corinna empezó todo. El rey la conoció y se enamoró perdidamente. La rubia estuvo varios años viviendo en España. Don Juan Carlos quiso disfrutar del último tren y estaba dispuesto a todo. Sin embargo, una caída inoportuna, durante las que tendrían que haber sido unas vacaciones secretas en Botswana junto a Corinna, marcó el principio del fin. España estaba sumida en una profunda crisis y la sociedad protestó por el comportamiento de aquel rey que se dedicaba a la dolce vita en safaris de lujo en los que cazaba elefantes. Don Juan Carlos viajó a Madrid y fue operado de inmediato. Al hospital acudió doña Sofía. Mantuvieron una conversación muy tensa. Lo de Corinna había rebasado el límite. Su hijo también habló con él y le conminó a acabar con aquel amor otoñal. Después, llegó la abdicación y el distanciamiento total de la madre de sus hijos.

En mayo de 2010, don Juan Carlos fue intervenido de un nódulo pulmonar en el Hospital Clínico de Barcelona. Para entonces, Corinna ya estaba en su vida. Aunque se suponía que debían guardar las formas, el rey emérito quiso tener a su amiga especial cerca mientras se recuperaba de la intervención en el hospital catalán. Un día en que la reina Sofía acudió a visitarle, en los pasillos del Clínico se cruzó con la alemana. Aquello sumó una más en la lista de agravios de la soberana, que al llegar a la habitación donde descansaba el rey, no dudó en recriminarle su actitud. Mantuvieron una fuerte discusión.

 

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Los íntimos del rey, ante el descalabro de su matrimonio, han llegado a preguntarle si había pensado en divorciarse. A lo que él ha respondido: “¿Pero cómo voy a divorciarme de mi mujer después de tanta convivencia? Es la madre de mis hijos, por favor”. Sin embargo, en alguna ocasión, doña Sofía sí ha amenazado con hacerlo. Ocurrió cuando quiso darle una sorpresa una tarde en que el soberano estaba de caza. Cogió a los niños y fue a la finca. Al entrar, descubrió la cruda realidad. Esto hizo que se fuera a Madrás, La India, con su madre y su hermana Irene, viajó acompañada de sus tres hijos. No tenía intención de regresar pero su madre le hizo ver que, por más doloroso que fuera, debía cumplir con su obligación. Durante diez días, exactamente el tiempo que estuvo en La India, don Juan Carlos temió seriamente que la reina le dejara. Cuando regresó, hizo propósito de enmienda. Poco duró su buena voluntad.