La relación entre doña Letizia y su familia política es inexistente. Una evidencia más de que el asunto no tiene arreglo se obtuvo este fin de semana en Covadonga. Se trataba del primer acto oficial de la princesa Leonor pero doña Sofía no estuvo allí. Te contamos los motivos que se esconden tras esta misteriosa ausencia.
Una ausencia muy sonada

Doña Sofía fue la gran ausente del primer acto oficial de la princesa Leonor. Sucedió en Covadonga y puede considerarse la puesta de largo institucional de la hija de los reyes. A punto de cumplir los trece años, Leonor ya se ha bautizado como representante de la monarquía. Está llamada a suceder a don Felipe. Eso sí, si antes cambian la Constitución, dado que en nuestro país todavía rige la Ley Sálica, que impide a las mujeres acceder al trono.
Lo cierto es que llamó poderosamente la atención que la reina emérita no acompañara a su nieta en un momento tan señalado. Doña Sofía adora a Leonor y Sofía. Por tanto, se antoja extraño que no estuviera allí para no robar protagonismo a la princesa. Más bien todo indica que alguien se ocupó de dejarla fuera de la lista. Sin duda, una decisión más que dolorosa para una mujer que se desvive por sus nietos.
El dolor de doña Sofía

La reina emérita se ha quejado en privado de lo poco que ve a Leonor y Sofía. En contrapartida, Paloma Rocasolano es una abuela omnipresente. Pasa varias tardes a la semana con las niñas y también se queda con ellas cuando los reyes tienen que viajar. Al parecer cuando esto ocurre, don Felipe y doña Letizia llaman continuamente por teléfono para hablar con sus hijas. Según Menchu Álvarez del Valle, ambos se ocupan de las niñas a partes iguales. La abuela de doña Letizia resalta que el rey es un padre ocupado y preocupado.
Tras el rifirrafe entre reinas sucedido en Palma quedó patente que doña Sofía no es santo de la devoción de la reina. El hecho de que doña Letizia impidiera a su suegra, hasta en tres ocasiones, fotografiarse con sus hijas da una idea de la mala relación. El asunto dejó en evidencia que la soberana no traga a su antecesora en el cargo y que intenta opacarla en todo lo que puede. Es como si quisiera vengarse no se sabe bien de qué.
Verdades y mentiras de la familia real

Doña Sofía ha pasado todo el mes de agosto en Palma de Mallorca. Allí ha permanecido junto a su hermana. Irene de Grecia es su roca, el hombro en el que se apoya cuando las cosas van mal dadas. Aunque jamás ha dicho nada en público ni lo dirá, nobleza obliga, la princesa griega es testigo privilegiado de cómo se manejan los asuntos familiares. Sabe de la pena de su hermana por no poder disfrutar de Leonor y Sofía.
Hay quien quiere disfrazar la ausencia de la reina emérita en Covadonga como un acto consensuado entre los miembros de la familia real para no quitarle protagonismo a Leonor. Sin embargo, allí estuvo Menchu Álvarez del Valle, muy de actualidad por sus comentados problemas de salud. Sin duda, la presencia de la bisabuela no se quiso ocultar en ningún momento, dado que Leonor y Sofía la saludaron al entrar a la basílica. Junto a Menchu, el abuelo de las niñas, Jesús Ortiz.
La hoguera de Letizia

A la reina emérita no le ha hecho ninguna gracia no poder acompañar a su nieta en un día tan especial. Sin embargo, otra vez ha tenido que tragar para no echar más leña al fuego de la hoguera que alimenta Letizia, quien tiene muy claro que la familia real está formada por ella, el rey y sus hijas. La soberana intenta desplazar siempre que puede a su suegra y a su cuñada. Con doña Elena hace mucho que no se habla. Tampoco dirige la palabra a doña Sofía en privado.
Esta peculiar situación es objeto de comentarios a nivel mundial. También sorprende la actitud de don Felipe, que deja hacer y deshacer a su esposa. La relación entre ambos también es complicada debido al fuerte carácter de ella. Como indomable podría calificarse a Letizia, que no da su brazo a torcer y siempre quiere salirse con la suya. Sin duda, un serio problema en los tiempos convulsos que vive la monarquía.
Corinna hace un favor a Letizia

Aunque están más que distanciados, apenas cruzan palabra, don Juan Carlos apoya a su esposa en este pulso que doña Letizia le ha echado. Al rey emérito le disgusta sobremanera su nuera y no ha dudado en recomendar a su hijo que se separara. Hace unos años, la pareja estuvo al borde del abismo y don Juan Carlos no dudó en alzar la voz para decir lo que pensaba. Algo que tensó tanto la cuerda que rompió todo atisbo de arreglo con la reina. De ahí que ella se alegrara cuando Corinna salió a la palestra y lo decapitó.
Nadie duda que doña Letizia está más tranquila y feliz desde que el rey emérito ha sido condenado a galeras. Su comportamiento poco ejemplar hace que ella se crezca y manifieste que estaban equivocados quienes esperaban que cometiera un gran error que acabara con la monarquía. Sin duda, todo es más propio de un culebrón que de una familia real que debería estar unida en momentos de crisis. Su futuro está en juego y ellos siguen parapetados en el silencio y no dejan preguntar lo que todos quieren saber.
Elena, víctima de las intrigas de palacio

La infanta Elena tampoco fue testigo privilegiado del gran día de su sobrina. La no relación con doña Letizia hace imposible que se la vea en otros actos que no sean los estrictamente necesarios que se requieren de cara a la galería. Hace ya tiempo que la hija mayor de los reyes eméritos se distanció de su cuñada. No le perdona que apoyara a Jaime de Marichalar tras el cese de la convivencia y tampoco la forma en que trata a su madre.
Ademas, la infanta está convencida de que fue Letizia quien insistió en que la apearan de las tareas de representación de la corona. Se hizo por si acaso estaba implicada en algo turbio como su hermana. El tiempo ha demostrado que Elena no obró incorrectamente y de ahí que se la haya restituido. Sin duda, es uno de los miembros más queridos de la familia real y desempeña su labor a la perfección.
La reina emérita ha sufrido mucho. De cara a la galería, su vida ha discurrido entre sonrisas. De puertas para adentro, entre lágrimas. Se casó muy enamorada de don Juan Carlos pero muy pronto llegó el desengaño. De esa unión, han nacido tres hijos, Elena, Cristina y Felipe. Doña Sofía siempre se había sentido muy próxima a la ex duquesa de Palma hasta que descubrió que la había traicionado.
La imagen del amor

Doña Sofía creía que todos los matrimonios eran como el de sus padres, el rey Pablo y la reina Federica. Ella tenía mucho carácter y él, en ocasiones, tenía que frenarla. Sin embargo, su amor era infinito. Se casaron muy enamorados y así siguieron hasta que la muerte los separó. El rey Pablo se fue de este mundo el seis de marzo de 1964 a consecuencia de un cáncer de estómago que él sabía no iba a superar.
El padre de doña Sofía no quiso que le administraran calmantes para aminorar el dolor tan fuerte que la enfermedad le producía. Sabía que el final estaba muy cerca y decidió pasar sus últimas horas en compañía de su esposa. A solas, los enamorados se despidieron y prometieron encontrarse en otro momento, en otro lugar. La banda sonora de este adiós fue La Pasión según San Mateo, de Bach.
El brindis al sol de Sofía y Juanito

En sus memorias, doña Sofía deja claro que ella y don Juan Carlos se casaron por amor. Ninguno de los dos buscó el beneficio económico en esta unión. Ambas familias tenían una situación económica bastante modesta. La reina emérita define su unión con Juanito como “Un brindis al sol”. Y ya de regreso de la luna de miel, doña Sofía se puso manos a la obra para encajar en España. No lo tuvo fácil porque una buena parte de la sociedad se empeñaba en recordarle constantemente que era una extranjera.
Poco le duró la venda sobre los ojos a la reina emérita. Las continuas escapadas de los sábados de don Juan Carlos, disfrazadas como cacerías con amigos, perturbaban a doña Sofía. Un sábado cualquiera, quiso darle una sorpresa a su marido y la sorprendida fue ella. Al llegar al lugar donde se suponía estaban don Juan Carlos y sus amigos cazando, encontró a un hombre y una mujer que se habían dejado llevar por la pasión.
Sofía se rompió de dolor

Tras el desagradable episodio, doña Sofía quiso separarse. El dolor de la infidelidad era mucho y la reina emérita no quería volver a sufrir. Desgraciadamente, para entonces ya había descubierto la pasión irrefrenable que don Juan Carlos sentía por las mujeres. Por tanto, era consciente de que lo ocurrido volvería a suceder. Y no, a eso no estaba dispuesta.
La reina Sofía estaba noqueada por la infidelidad y sintió la necesidad de alejarse de su marido. Cogió a sus hijos y puso rumbo a La India. Allí vivían su madre y su hermana. Solo junto a ellas pudo llorar hasta deshacerse de ese nudo en la garganta que apenas la dejaba hablar ni comer. Su propósito era firme, no volvería a Madrid con su marido.
Las recomendaciones de la reina Federica

Mientras doña Sofía estaba en La India, don Juan Carlos permanecía en Madrid hecho un manojo de nervios. Sabía de las intenciones de su mujer y eso significaría su final como sucesor de Franco. La partida se jugaba con gran intensidad y, para entonces, ya había aparecido en el tablero Alfonso de Borbón, que había puesto sus ojos en Carmen Martínez-Bordiú.
Solo la reina Federica consiguió quebrar el ánimo de su hija haciéndole ver la vida que le esperaba. Sin fortuna propia ni país natal en el que refugiarse, doña Sofía estaba condenada a una vida en el exilio llena de necesidades. La familia real griega salió con lo puesto cuando los militares les dieron unas horas para abandonar el país.
Lágrimas, la banda sonora del matrimonio de los reyes

Por otro lado, estaba el tema de los hijos. Aunque don Juan Carlos y doña Sofía no tenían entonces la categoría de reyes, si seguían las pautas marcadas entre royals, la custodia de Elena, Cristina y Felipe quedaría en manos de don Juan Carlos. La princesa griega tendría que conformarse con verlos cuando se lo permitieran. En cuestión de derechos en aquella época, las mujeres en España apenas tenían.
Al final, doña Sofía siguió el consejo de su madre. Reconoció que el panorama era desolador, y lo que más le preocupaba, la distancia de sus hijos. Y entonces lloró, lloró mucho pero hizo las maletas y regresó a Zarzuela. Allí la esperaba don Juan Carlos, que la abrazó con efusividad. Sin embargo, la mujer que se fue, nada tenía que ver con la que regresó. Sabía que el dolor y las lágrimas serían la banda sonora de su matrimonio.
La década peligrosa

Doña Sofía necesitaba agarrarse a algo para poder seguir representando esa pantomima matrimonial. Se volcó en la educación de sus hijos, siempre ha sido una madre presente. Encontró un gran aliciente al poder desempeñarse en misiones que consistían en hacer lo que más le gusta, “Ayudar a los demás”. Mientras tanto, la dupla Juan Carlos y Sofía seguía recorriendo el mundo en viajes de representación o en actos en España.
La década de los ochenta fue muy convulsa para doña Sofía. Fue entonces cuando don Juan Carlos confesó estar enamoradísimo de Marta Gayá, a quien daba tratamiento en privado de “My girl”. La mallorquina ha sido una de las mujeres más importantes de su vida pero han existido otras. La lista de deslices extramatrimoniales del rey emérito es alargada.
La otra familia del rey

En el otoño de su vida, don Juan Carlos se enamoró como un quinceañero de Corinna Larsen. Ella, que siempre sintió atracción por la realeza, por no decir que su sueño era ceñirse la corona, dio cancha al rey. No dudó en trasladarse con su hijo menor a Madrid, donde ocupó una casa que estaba a tiro de piedra de Zarzuela, lo que permitía que el rey emérito la visitara con frecuencia.
Durante esos años, Corinna, su hijo y don Juan Carlos se comportaban como una familia cuando iban de vacaciones. De todo esto estaba enterada la auténtica familia del rey emérito, su mujer y sus hijos. En aquellos días, Corinna Larsen expresó ante altos funcionarios de Zarzuela que debía llegar el momento en que ella fuera reconocida socialmente como la mujer de don Juan Carlos. En cuanto a doña Sofía, estaba de acuerdo en que el rey emérito se mostrara junto a ella cuando los actos institucionales lo requirieran.
La gran traición de Cristina a su madre

El rey emérito siempre se ha llevado muy bien con su hija Cristina y su marido. De hecho, según Corinna, don Juan Carlos pedía a sus amigos dinero para insuflar en las arcas de Nóos. Tanto era el entendimiento entre los tres que los ex duques de Palma no dudaron en mostrarse en público junto a Corinna. De hecho, existen e-mails que dan prueba del cariñoso intercambio epistolar entre la rubia e Iñaki Urdangarín.
El día en que la reina Sofía vio a Cristina e Iñaki posando para los medios con don Juan Carlos y Corinna, rompió a llorar. La furia se apoderó de ella. ¿Cómo era posible que su hija la humillara de esa manera? La única explicación, el interés económico, pues el rey emérito apoyó a la pareja en la iniciativa Noos y también hizo un importante préstamo económico para que pudieran adquirir el palacete de Pedralbes.
Cristina decepciona a Sofía

A partir de ese momento, algo cambió. La reina Sofía se sintió muy dolida por la actitud de su hija. Lo consideró toda una traición dado que conocía el dolor que la relación de Corinna con su padre le había causado. Por no hablar de la humillación a la que se había visto sometida. Sin duda, uno de los golpes más duros e inesperados para una madre. La traición es doble cuando quien la ejecuta es una hija.
Doña Sofía tiene muy claro que seguirá ejerciendo de madre, de ahí que siga estando pendiente de Cristina. Otra cosa es que la relación se haya resquebrajado. En cambio, quien siempre ha estado a su lado dándole amor y consolándola ha sido don Felipe. De ahí que hace un tiempo decidiera apartarse públicamente de la ex duquesa de Palma tal cual su hijo le sugirió.
¡Maldita hemeroteca!

Sin duda, doña Sofía tenía una visión distorsionada de Cristina cuando la definió: “Cristina era muy, muy, muy como el rey. Sale a su padre en el carácter. Pero también tiene algo de su abuela Federica, mi madre. Es alegre, bromista, divertida, abierta. Diáfana. Sin recámaras. Lo que hay, hay, y a la vista está.” Seguro que si le preguntaran hoy por la mediana de sus hijas su opinión sería diferente.
Y en cuanto a Iñaki Urdangarín, así opinaba doña Sofía hace unos años: “Es un hombre bueno, bueno, bueno… ¡buenísimo! Tiene un gran fondo espiritual y moral. ¡De una pieza! Sensible, atento, muy bien educado. Y al mismo tiemo, espontáneo, alegre, animado. Como marido y como padre, es un puntal: da una gran seguridad en su casa”. ¡Maldita hemeroteca!