Carla Vigo acaba de entrar en la mayoría de edad. Este fin de semana celebró su dieciocho cumpleaños. Una fecha señalada que le da alas para hacer lo que quiera. Esto es algo que desespera a la reina Letizia, que desearía que su sobrina fuera menos echada para delante y no desafiara las normas que ha impuesto a los Ortiz-Rocasolano. Carla lo tiene claro. Lo suyo es beberse la vida a grandes sorbos. Te contamos cómo están las cosas entre la hija de la fallecida Érika Ortiz y doña Letizia. Un auténtico choque de trenes.
Últimas horas con Erika

Ha sido este fin de semana cuando Carla Vigo ha cumplido dieciocho años, una información exclusiva servida por Vanity Fair. El asunto tiene gran importancia porque se trata de una de las personas más importantes para doña Letizia. Carla es hija de Érika Ortiz, que decidió bajarse del tren de la vida. Su cuerpo sin vida se encontró en su domicilio el siete de febrero de 2007. Con ella vivía Carla, nacida de su relación con Antonio Vigo. Entonces, la niña tenía seis años. Toda la familia se unió para protegerla.
Desde el primer momento, la información del suicidio de Érika acaparó la atención popular. Sorprendió que una mujer joven, tenía 31 años, un buen trabajo y su ruptura con Antonio se había producido en términos de amistad. Carla vivía con ella. La noche antes a su adiós, Érika decidió que la niña fuera a dormir a casa de una amiga. Los que compartieron con ella el día previo al fatal desenlace no observaron nada extraño en su comportamiento.
A puro dolor

Érika había conocido a Roberto en el trabajo y pronto surgió la chispa entre ambos. La pareja fue captada en actitud cariñosa. Se dijo entonces que estaban buscando casa para iniciar la convivencia. La hija menor de Paloma Rocasolano y Jesús Ortiz vivía bajo el yugo del miedo a ser captada. Según su primo, David Rocasolano, cada vez que esto sucedía, recibía una llamada de Letizia. “Me han dejado sola”, le confesó Érika a David semanas antes de morir. El sentido exacto de sus palabras sigue siendo un misterio. El caso es que se sentía sola y perdida.
En el funeral de Érika Ortiz, Antonio Vigo protagonizó una acción que dejó sobrecogidos a quienes allí se encontraban. Roto de dolor, el escultor giró sus ojos al banco donde estaban sentados los miembros de la familia real y sentenció: “Vosotros la habéis matado”. Don Juan Carlos decidió borrarse de la misa funeral que se celebró una semana más tarde. No quería volver a pasar por la horrible experiencia de ser señalado por Antonio Vigo como culpable de la muerte de Érika.
Letizia y Paloma se extralimitan

Parecía que el futuro de Carla estaba claro. Tocaba que viviera con su padre al haber fallecido su madre. Sin embargo, el destino propinó un golpe inesperado al escultor. Así lo relató David Rocasolano en su libro Adiós, princesa, que se vio sorprendido al recibir una llamada telefónica de Antonio Vigo: ““Te llamo porque no sé a quién recurrir, David. Es que… Bueno. No te lo vas a creer. Letizia y Paloma me han pedido que suscriba un régimen de visitas regulado de mi hija Carla”.
El primo de Érika Ortiz se quedó de piedra al conocer las intenciones de Paloma y la reina Letizia. Así continuó Antonio Vigo: “Que me quieren quitar la custodia de la niña, David. Que quieren la custodia para ellas”. Así le respondió David: “Pero eso es un disparate, Antonio. Eso no lo pueden hacer. Por muy princesa de Asturias que sea Letizia, no te pueden quitar a Carla”.
Antonio saca las uñas por su hija

David aconsejó a Antonio que sacara las uñas y no cediera ante la presiones. Al final, el asunto se arregló. Doña Letizia no quería un escándalo estando tan reciente la muerte de Érika. Además, sabía que tenía la partida perdida de antemano. Si hacía valer su poder como miembro de la familia real, todos se le echarían encima. Por otro lado, Antonio siempre ha sido un gran padre. Por tanto, la reina y su madre no tenían argumento alguno para justificar su insólita petición.
Carla tenía seis años cuando todo esto sucedió. A pesar de los pesares, Antonio no ha puesto impedimento a que su hija mantenga contacto con su familia materna. De hecho, la presencia de la niña ha sido habitual en los fines de semana de don Felipe, doña Letizia, Leonor y Sofía. Junto a ellos también ha viajado. Es una más en el Pabellón del príncipe.
La sobrina bailarina de la reina

Carla ha llegado a la mayoría de edad en casa de su padre. Tiene dos hermanos menores, nacidos de la relación de Antonio con Laura. Él ha encaminado sus pasos profesionales a la docencia. Imparte clases en la Universidad Rey Juan Carlos en materias relacionadas con las bellas artes. La escultura hizo que volviera a aparecer ante los medios de comunicación. Ocurrió en junio del 2017. Llevaba una década en la que apenas se había dejado ver.
En cuanto a Carla, tiene muy claro hacia dónde quiere encaminar sus pasos. Se reconoce como “Actriz y bailarina en proceso”. Para la sobrina de doña Letizia el parentesco real no va ser óbice para que se exprese libremente. De hecho, ya lo ha hecho sobre algunas cuestiones que, a buen seguro, han puesto de los nervios a la reina. Opinó sobre el comportamiento de su prima Leonor durante la misa de Pascua, cuando apartó de malas maneras la mano de doña Sofía. Sin duda, un asunto que le ha pasado factura a Letizia, pues la mayoría se puso a favor de la reina emérita.
Defendiendo a Leonor

Así respondió Carla a un tuitero que criticó la actitud de la princesa Leonor en relación a su abuela materna: “No es desprecio a la abuela… La niña debe estar un poco harta de que jueguen con ella”. Y así continuó con la defensa de su prima: “Por favor, poneros todos en su piel. ¿Cómo te sentirías si estuviesen jugando contigo todo el día? Pues obviamente hasta los cojones. Pues eso es lo que le ha pasado a Leonor. Y sí es educada, porque podría haber dicho una palabra mala y no fue así. Antes de hablar, hay que saber”.
Y es que según la hija de Érika, Leonor y Sofía están hasta las narices de “que jueguen con ellas como objetos, y encima tratéis a Leonor como una mal educada. No es mal educada. Sólo está un poco harta de ser tratada como un objeto y a como quiere el resto todo el rato”. Sin duda, Carla mantiene una gran comunicación con sus primas, de ahí que hable con esa carga de profundidad. Sin embargo, esto es fuente de problemas para la reina.
Carla no se pliega a los deseos de Letizia

De todos es conocido que doña Letizia desea que sus familiares mantengan un perfil bajo. Le desagrada profundamente que acaparen la atención de los medios. En cuanto a redes, opina que mejor lejos, que cerca, dado que son un vehículo de comunicación que utiliza la prensa para escrutar. Sin embargo, Carla no piensa plegarse a los deseos de su tía y así lo demuestra a diario opinando en la autopista 2.0
La hija de Érika Ortiz está comprometida con el colectivo LGTB y no duda en mostrar su apoyo públicamente. En esto, coincide con doña Letizia, que mantiene muy buena sintonía con los representantes de esta causa de la que ha hecho bandera su sobrina. A Carla le ha cautivado la película Carmen y Lola, la historia de amor entre dos chicas de raza gitana que fue muy alabada en Cannes y que ha tocado conciencias.
Recordando a Érika

Y como no podía ser de otra manera, Carla se acuerda mucho de su madre. Lleva su luz y su olor por donde quiere que vaya. En redes no ha dudado en recordarla de una forma preciosa: “El 16 de abril de 1976 nació la persona más importante para mí, aunque el 7 de febrero de 2007 dejó este mundo para pasar a mejor vida. Estés donde estés, siempre te querré y felicidades, mamá”.
Ante sí, Carla tiene un futuro prometedor. Se nota que es una chica feliz por la manera en que se desenvuelve. Ciertamente, Antonio Vigo ha hecho un gran trabajo, y no era fácil por lo mucho que repercute en los niños la desaparición trágica de uno de los progenitores. La sobrina de Letizia ha heredado de su madre la sensibilidad. Le gusta que la traten bien y huye de la gente que no da ni recibe muestras de afecto. Felicidades, Carla, y que cumplas muchos más. Eres la fuerza de la vida.
Letizia Ortiz sigue despertando el mismo interés en la sociedad que cuando se anunció su compromiso matrimonial con don Felipe. Ocurrió el 1 de noviembre de 2003. Quince años se han cumplido desde aquel día en que la periodista entró en nuestras vidas. Sobre ella se han dicho muchas cosas. Existen versiones muy edulcoradas de su realidad. Por ejemplo, la relación con Érika y Telma. Esta es la historia de tres hermanas mal avenidas.
Letizia en versión Cenicienta

Letizia Ortiz y el príncipe se conocieron en una fiesta organizada en casa de un periodista. Al parecer, Felipe se sentía cautivado por la periodista y movió los hilos para conocerla en persona. En esa cena, el heredero cayó rendido a los pies de aquella Letizia que le hablaba con total ausencia de protocolo. Le dijo lo que pensaba sin inmutarse. Y fue entonces cuando saltó la chispa que hizo que ambos desearan volver a verse a solas.
En aquellos días, Letizia estaba muy ilusionada. Ni ella misma creía que el príncipe Felipe la cortejara. Tuvo que pellizcarse varias veces para comprobar que era real, que no había soñado que salía con el heredero. En los planes de la periodista no entraba ennoviarse en plan formal pero allí estaba Felipe poniendo el mundo a sus pies. Y ella se dejó llevar.
Se cumplieron los peores temores de Sofía

Tanto Felipe como Letizia sabían que su relación no aguantaría el escrutinio popular, tampoco el real por parte de don Juan Carlos y doña Sofía. Así las cosas, al heredero no le quedó más remedio que lanzar un órdago a sus padres. Anunció que renunciaba a sus derechos dinásticos si no podía casarse con la periodista. Los reyes se echaron a temblar pensando en la que se venía encima. Nadie mejor que doña Sofía sabe lo que significa que no te acepten. A ella le ocurrió cuando se instaló en Madrid tras el enlace con don Juan Carlos. De forma despectiva la llamaban “La extranjera”.
A la reina emérita siempre se le ha dado bien aparentar que está feliz cuando sus enemigos le han hecho feos en público. Tiene un aguante digno de admiración. Ella sabía que a Letizia le faltaba fuelle para lidiar con las críticas. El tsunami estaba a punto de estallar. Doña Sofía quiso explicarle ciertas cosas para que todo fuera más fácil. Sin embargo, su nuera no quiso o no supo escuchar. Debido a su carácter fuerte no es dada a recibir recomendaciones.
Letizia y su obsesión enfermiza por controlarlo todo

Letizia quería que su familia no diera que hablar tras el anuncio del compromiso matrimonial con el heredero. En esta cuestión empleó gran parte de su tiempo. Eran continuas las llamadas a miembros del clan Ortiz-Rocasolano para conminarles a que se mantuvieran alejados de los medios de comunicación. El hecho de que su abuelo taxista se mostrara locuaz ante las cámaras era algo que traía a mal traer a la periodista. Estaba convencida de que esa imagen alimentaba las críticas que iban destinadas a hacerla de menos por su origen social.
También la abuela Enriqueta dio lugar a divertidas situaciones con los medios. Esto hizo que doña Letizia pidiera a su madre que estuviera pendiente de sus abuelos para que no se produjeran esas imágenes que recordaban que las dos Españas iban a emparentar. Y así lo hizo Paloma Rocasolano, se ocupó de sus padres para que no volvieran a sacar los pies del tiesto.
Telma, objeto de la ira de Letizia

La obsesión de doña Letizia por controlar el tema mediático en relación a su familia llegó un momento en que fue motivo de importantes discusiones familiares. A la periodista no le hizo ninguna gracia que Telma se uniera a la pandilla del príncipe Felipe y que participara de fiestas y reuniones con asiduidad. Su imagen empezó a cotizar al alza y la cooperante fue captada en multitud de ocasiones.
Fiel a su estilo habitual, cuando la reina veía que alguna de sus hermanas salía en los medios, telefoneaba para largarles su perorata. En aquellos días, Telma Ortiz estaba encantada de ser objeto del deseo del papel cuché. Además, no veía nada malo en aquellas imágenes que se publicaban. Por tanto, cuando su hermana la contactaba, la conversación acababa en bronca.
Letizia y Telma, historia de su mala relación

Don Felipe aconsejó a Letizia que se relajara en relación al tema de las imágenes de su familia. Le recordó que era normal dadas las circunstancias que se vivían. Nada consiguió el entonces príncipe porque su chica se cerró en banda. Para entonces, la relación fraternal se había resquebrajado a tal punto que en público, Letizia y Telma jugaban a ser las hermanas bien avenidas. Sin embargo, en privado, todo eran peleas. Telma no podía más con la injerencia de su hermana. Incluso hasta amenazó con no asistir a la boda.
En el caso de Letizia y Telma la pelea fue de igual a igual. Ambas tienen mucho carácter y están acostumbradas a hacer su santa voluntad. Ni piden ni aceptan consejos. Tienen las cosas claras y de ahí no se mueven. La cooperante siguió haciendo lo que le vino en gana y obviando los reclamos de su hermana. En el medio se encontraba Paloma Rocasolano, que ya empezaba a mostrar esa mirada de fascinación por Letizia cada vez que posaba sus ojos en ella.
Érika, la gran damnificada por la boda real

Erika lo pasó muy mal antes, durante y después de la boda de su hermana con don Felipe. Era una mujer sensible, tímida y sin ganas de protagonismo. Por tanto, para ella fue muy duro tener que lidiar con la prensa. Saltaba a la vista que no estaba cómoda con la situación. Pues ni por esas se libraba de las llamadas telefónicas de Letizia conminándola a mantener un perfil bajo.
Y Érika lloraba, lloraba mucho porque estaba sobrepasada con la situación y se sentía desamparada. Letizia, en vez de arroparla, se mostraba enfadada y le recordaba que en su mano estaba el hacer algo más para evitar a los medios. Érika se quedaba sin habla ante unas palabras que consideraba injustas y creía no merecer. Ciertamente, no se las daba de nada y seguía con su vida de siempre. Tan solo hubo un cambio, que doña Letizia le cedió su piso de soltera y allí se instaló con su familia.
El motivo que distanció a Érika de su madre

Paloma Rocasolano se sentía más cercana a Letizia y Telma. Y así como intentó mediar entre ellas para que se produjera el acercamiento, en el caso de Érika se mantuvo al margen. Quizás su forma de actuar se debiera a que cuando se produjo la separación con su marido, Érika manifestó que su padre, sino era feliz, tenía derecho a hacer su vida. En cuanto a Letizia y Telma, se pusieron de parte de su madre y le declararon la guerra a Jesús Ortiz.
Chus tenía una conexión muy especial con Érika. Eran muy parecidos. Sensibles, soñadores y siempre corriendo en busca de la felicidad. Las tres hermanas estaban muy apegadas a su padre hasta que ocurrió el divorcio. De hecho, hay quien dice que doña Letizia todavía no han digerido la noticia. En realidad, la pareja había hecho aguas mucho tiempo atrás. Paloma no lo quería ver pero Jesús Ortiz era consciente de la realidad.
El siete de febrero de 2007 se conoció la noticia del fallecimiento de Érika Ortiz. El cuerpo sin vida de la hermana de la reina Letizia fue encontrado en su domicilio por su compañero sentimental de entonces, Roberto García. Fuentes de la investigación confirmaron que Érika había dejado escritas cinco cartas. ¿A quién iban dirigidas? ¿Cuál era su contenido? Te lo contamos todo a continuación.
Y Érika decidió bajarse en marcha de la vida

Érika Ortiz decidió bajarse en marcha del tren de la vida. Algún resorte saltó en su cabeza que le hizo tomar tan drástica decisión. Ya no podía más. Le pesaba la vida en sí. Hacía tiempo que arrastraba una crisis existencial que le ganó la partida. Demasiado dolor para una mujer tan sensible que creía no merecer el que se suponía era su mejor momento.
La autopsia señaló que la hermana de doña Letizia falleció tras ingerir una cantidad de pastillas que su cuerpo no resistió. Posiblemente, se tratara de ansiolíticos que le prescribieron para mitigar esa ansiedad que tan malas pasadas le jugaba y que saltaba cuando menos lo esperaba. Aunque los indicios de que fue una muerte voluntaria parecían muy claros se abrió una investigación judicial que se llevó dentro de un gran secretismo.
La confesión de Érika

Sobre las cartas que dejó Erika Ortiz existe un mutismo absoluto. Nada trascendió del contenido de las mismas y fueron custodiadas por la jueza que instruyó la causa del deceso desde el primer momento. Eran cinco misivas donde la hermana de la reina explicaba los motivos de su adiós. Se trata de un procedimiento habitual en quienes optan por el suicidio.
Es muy posible que en su mensaje final, la hermana de doña Letizia hiciera referencia a lo que le dijo a su primo, David Rocasolano, tres semanas antes de acabar con su vida: “La situación se está yendo de madre… Me han dejado sola, David. Me siento sola”. Érika estaba en situación límite. No podía más con la presión.
La circunstancia que marcó a Érika

La vida cambió para Érika desde el momento en que se anunció el compromiso de Letizia con Felipe. A partir de entonces, los Ortiz-Rocasolano se convirtieron en objeto de atención mediática. Mientras que Telma estaba encantada porque la circunstancia alimentaba su lado frívolo y mundano, su hermana pequeña lo pasaba muy mal.
Quienes conocieron a Érika aseguran que no había superado la separación de Antonio Vigo, ocurrida seis meses antes de su muerte. Juntos habían pasado mil y una penurias. Soñaban con que llegara el día en que pudieran vivir de su vertiente artística. El principio del fin había empezado a escribirse años atrás. Tantos problemas hicieron mella en la pareja y acabaron separándose.
La depresión de Érika

A Érika le costaba soltar. No encajaba bien los cambios. Su sensibilidad hacía que necesitara tener unas rutinas muy marcadas. Por tanto, la separación de Antonio, aunque ella sabía que era lo mejor, la desestabilizó. Fue una decisión que tomaron de común acuerdo y de forma muy meditada. Ella no quiso acompañarle a Uruguay donde a él le habían concedido una beca.
La hermana de doña Letizia parecía feliz junto a Roberto García. Planeaban iniciar una vida en común que nunca llegó. Tras la sonrisa que Érika exhibía de cara a la galería se agazapaba una fuerte depresión que empezó a correr con fuerza tras el cambio de vida que todos experimentaron con la boda de su hermana y don Felipe. De golpe, los Ortiz-Rocasolano hicieron Historia.
¿Qué ocurrió aquel trágico día?

En ocasiones se ha abordado el tema de si la muerte de Érika fue un suicidio o bien se le fue la mano con las pastillas de forma involuntaria llevada por algo que nubló su conciencia. Al respecto, su primo, David Rocasolano, ofreció su opinión en un libro que escribió, Adiós, Princesa, abordando el choque de trenes que supuso emparentar con la familia real.
“La cronología de los hechos hacía pensar que la decisión de Érika había sido había sido meditada. La tarde anterior, había dejado a su hija Carla en casa de una amiga. Y la antevíspera había pedido dos días libres en Globomedia. Muy calculado. Muy frío. Muy poco Érika”. Sin duda, las palabras de David dan que pensar.
Padre e hija, una relación muy especial

Si analizamos la lista de los afectos de Érika Ortiz Rocasolano podemos imaginar los destinatarios de sus cartas de despedida: Su padre, su hija, Antonio Vigo, Letizia y Roberto García, su último compañero sentimental. Que escribiera a su progenitor entra dentro de la lógica dado que ambos tenían una conexión especial. De hecho, ella fue la única de las hermanas que apoyó a Jesús cuando decidió separarse de Paloma Rocasolano.
Aquel siete de febrero de 2007, nada más despertar, Jesús Ortiz supo que algo le había ocurrido a Érika. La telefoneó y no hubo respuesta. Su cabeza empezó a imaginar lo peor. Desgraciadamente, su premonición se cumplió. Se vistió a toda prisa y contactó con otros miembros de la familia para saber si habían podido hablar con su hija menor. Son esas llamadas sin contestar que quedaron registradas aquella mañana en el móvil de Érika Ortiz.
Carta de una madre a su hija

Érika era una mujer dotada de una gran sensibilidad y seguro que no ignoraba que el suicidio de un padre o una madre es una pesada carga para un hijo. En algunos casos, algo que se arrastra hasta el final. Un gran interrogante cargado de culpa y desazón. Por tanto, seguro que una de las cinco misivas fueron para Carla.
Conociendo la devoción que Érika sentía por su hija, seguro que en esa carta le dijo que ella no era culpable de nada y que jamás cargara con ese peso a la espalda. En este sentido, Antonio Vigo ha hecho un trabajo magnífico con Carla consiguiendo que se desarrolle con total normalidad. La suya es la vida de cualquiera de sus coetáneas. Un bravo por este hombre a quien el destino atizó duro y supo sobreponerse.
Los gritos del silencio

Letizia siempre fue esa mano a la que Érika sabía que podía agarrarse en tiempos difíciles. La reina jamás miró para otro lado cuando su hermana tuvo problemas. Hubo momentos muy complicados durante la convivencia con Antonio Vigo. A pesar de que jamás tiraron la toalla a nivel laboral, la suerte les fue esquiva.
Si de algo se siente responsable doña Letizia es de cómo su matrimonio con don Felipe cambió la vida de los suyos. En diversas ocasiones, cuando su rol dentro de la familia real ha actuado como un torpedo contra los suyos, no ha dudado en pedirles perdón entre lágrimas. La muerte de Érika es algo que siempre la acompaña. Como los gritos del silencio que se propagan en la noche.