Ya ha pasado cierto tiempo desde que Corinna Larsen incendiara Zarzuela tras sus polémicas afirmaciones. Si bien parece que el escándalo ha pasado a un segundo plano entre la opinión pública, lo cierto es que las autoridades siguen investigando la posible implicación de don Juan Carlos I en un caso de corrupción. La fiscalía tiene al emérito contra las cuerdas y no piensa parar hasta descubrir la oscura verdad que se esconde tras las puertas de palacio.
Don Juan Carlos I debe estar que trina. Hace un año desde que una de sus amigas de la juventud, Corinna Larsen, hizo temblar los cimientos de Zarzuela tras hablar más de lo que a Casa Real le hubiera gustado. La empresaria aseguró que nuestro rey emérito había cobrado comisiones de hasta cien millones de euros por parte de varios constructores para que se les adjudicara un proyecto que uniría España con La Meca a través de una línea de alta velocidad.
El caso está siguiendo su curso y dos representantes de la Fiscalía Anticorrupción se han desplazado hasta Londres para interrogar a Corinna en el Serious Fraud Office, la sede antifraude británica. Larsen desestimó la petición de viajar a España para prestar declaración porque afirma sentirse amenazada. Al parecer, la empresaria tiene en su poder documentos que podrían comprometer seriamente a Casa Real y a otras grandes instituciones del país. De hecho, la alemana denuncia que el CNI intentó obtener los archivos entrando ilegalmente en su vivienda de Mónaco.
Juan Carlos se va de rositas
La visita oficial se produce para obtener una declaración de Corinna en lo relativo a las supuestas comisiones que recibió don Juan Carlos I por la construcción del AVE. Sin embargo, desde Anticorrupción aseguran estar dispuestos a escucharla hablar sobre otros asuntos. Las presuntas amenzas que recibió del exdiector del CNI, el general Sanz Roldán, o su rol de testaferro del emérito son otros temas de interés que la Fiscalía no piensa pasar por alto. «Lo tendremos en cuenta», aseguran.
Sin embargo, incluso aunque se demostrara la veracidad de los testimonios que señalan a don Juan Carlos I, el rey emérito terminaría yéndose de rositas. Las pruebas obtenidas hacen pensar que los hechos se produjeron antes del año 2014, fecha en la que el emérito abdicó en su hijo Felipe VI. Antes de ese mometo, el Borbón gozaba del privilegio de inviolabilidad, por el que no estaba sujeto a responsabilidades penales por los actos que llevó a cabo en el ejercicio de su función como jefe de Estado. Aún así, su imagen, y la de la Corona en general, podría verse muy dañada si finalmente se demostrara su implicación.