Recibo, con sorpresa, un mensaje de Blanca Suárez. Está molesta por un reportaje que hemos publicado en Cotilleo.es en el que sacamos las fotografías de su última escapada a Tarifa. Son imágenes sin retoques. Blanca luce una perfecta redondez, tiene estrías y celulitis. Es humana. Su cuerpo, como escribimos en el texto, despierta los pensamientos más libidinosos de hombres y mujeres. Todos quisieran tenerla cerca, observarla, detenerse en su mirada y admirarla por su trabajo. Brillante en la escena, lo es también tomando el sol en tierras sureñas. No le importa ni el qué dirán ni las críticas que pueda recibir por una sociedad en la que prima, por desgracia, el cuerpo perfecto.
Me escama que Blanca se ofenda porque nos hayamos detenido a comentar que, en efecto, las fotografías que publicamos no se corresponden con la imagen a la que nos tiene acostumbrados. No es la misma mujer que deambula retocada por los anuncios de las revistas. Sin embargo, no leo crítica alguna a que Blanca acepte entrar en el canon -que llaman machista- con imágenes repletas de photoshop. Nadie se queja de que la actriz venda una irrealidad que no es la suya.
La verdadera moralina
Tal vez Blanca (y aquellos que la siguen incondicionalmente) deberían revisar su moralina. Aplaudir y dar por reales fotografías completamente retocadas en las que se reduce volumen, se afinan caderas y se eliminan estrías, sí invita a la confusión. Precisamente ella que aboga en su escrito por la normalidad femenina, debería dar un golpe en la mesa y prohibir que su cuerpo sea moldeado por el arte digital para que aquellas que la idolatran, no se frustren.
Tratar de machista un reportaje escrito con humor (con un vocabulario totalmente mundano) en el que se destaca que Blanca sigue siendo una mujer perfecta, es sorprendente. Dejemos de frivolizar con un tema tan delicado. El machismo no es esto.