Kiko Rivera está enfermo. Una depresión galopante le ha obligado a bajarse de los escenarios. Él mismo se ha encargado de comunicar a sus seguidores a través de las redes sociales una información que ha sorprendido a todos. Nadie sabía -a priori- que el hijo de Isabel Pantoja atravesaba dificultades anímicas. La suspensión del concierto que iba a celebrar en Guimar, Tenerife, sirvió como preámbulo a una realidad excesivamente dolorosa. De hecho, horas después de la decisión, la confusión reinó en los medios de comunicación.
Kiko no sabía expresar con palabras lo que le estaba sucediendo. Sus representantes preferían el silencio antes que la mentira y las especulaciones empezaron a provocar el efecto contrario. La enfermedad se había apoderado de un Kiko triunfante que, en los últimos tiempos, había descubierto su verdadera pasión: la música en directo. Él mismo me la confirmó en el primer -y último- concierto que ofreció de su gira Así soy yo en Sevilla. Su aspecto era brillante, pero la depresión daba pasos gigantes en su interior. Callada, pero segura.
¿Qué va a pasar ahora?
Me insisten en que Kiko llevaba semanas mostrando un agobio fuera de toda lógica. Se sentía indispuesto, taciturno, nervioso e irascible. Desde su entorno había preocupación. No solo porque la tristeza anidaba en sus palabras, sino también porque la situación había trascendido a sus relaciones personales. A todas. Sin excepción. Por eso, apuntan, hay dudas sobre qué pasará a partir de este momento. El amor, en ocasiones, es más frágil cuando la tormenta es duradera.
Kiko ha obtenido el apoyo desinteresado, rápido y comprensible de su madre. Ella es la persona que le acompaña en este viaje a la oscuridad. No se separan, a pesar de que él ha querido también agradecer al resto de su familia el cariño prestado. ¡Mucho ánimo!