De vez en cuando vemos a Ortega Cano estoico en los aeropuertos y estaciones de tren respondiendo de buen o mal grado a la reportera de turno sobre el último disparate perpetrado por su hijo José Fernando, que parece que ahora dice haber sentado la cabeza: lo que no consiguieron las clínicas o los psicólogos lo puede conseguir el miedo de ir a la cárcel. Jesús Mariñas cuenta esta semana en ‘Tiempo’ la actitud del torero ante la concatenación de escándalos filiales: «El matador está agobiado por los desvaríos inacabables de su hijo José Fernando, hermano de la también desquiciante Gloria Camila, aupada a los altares del escándalo. Intuyen dobleces bajo su guapa apariencia de inocente veinteañera, pura presunción, y Ortega ya no puede más con estos colombianos prohijados tras no cuajar en otras dos familias de su país». Y Mariñas añade dos maldades: «Algo les vieron. Los trajo contra el deseo de Rocío Jurado, a quien no dejan descansar allá donde esté. Pobre Rocío y qué mal pago a la generosidad adoptadora del matador murciano casado tardíamente más por conveniencia que loco de pasión. Sin duda la hubo en su tiempo con la folclórica sesentona».
Desvela el periodista que Ortega habría pedido auxilio a sus más cercanos: «“Ya no puedo más, necesito ayuda”, clama desesperado sin posibilidad de meterla hasta el puño por ser carne de su ahora escuálida estampa. Todos lo encuentran muy desmejorado, él siempre tan pinturero. Solo tiene de consuelo el hombro de su esposa Ana María Aldón. Un ángel en su desgracia paterna, porque hasta su hermano Paco entra a saco en los líos familiares y abre un nuevo frente polémico: “No sé si la hija de mi sobrino será suya o no, tengo mis dudas” así cuestiona a la Michu recién paridora de María del Rocío, no hay manera de que dejen en paz a la que sostuvo firme los vínculos familiares». Como ven Mariñas entra con el cuchillo con la paternidad de José Fernando, la pasión de Ortega Cano o la actitud de los jóvenes adoptados.
Sobre José Fernando el periodista destaca que «acaba de estrenar paternidad. Todos confiaban que lo calmaría en sus salidas intempestivas, pero por la recién parida Michu rompió por quinta vez la orden de alejamiento y atacó al par de municipales que lo devolvían a prisión: “¡Ni me toquéis, que soy un rottweiler!”, y lo parecía como enajenado. Confían que el juez lo incapacite y lo interne en un psiquiátrico, que no saben si servirá de mucho. Ya pasó por cinco desde la López Ibor a un colegio-cuartel miamero donde Rocío y Ortega lo enviaron creyendo en un milagro. No sirvió y lo confiaron a Pepito, el Marismeño, que en Sevilla tiene un renovador centro para adictos. A los quince días se lamentó ante la atribulada pareja: “No puedo con él. Es indomable y no quiere curarse”, justificó. Desde entonces repite tumbos y hasta golpes como los dados a esos sevillanos vigilantes del orden». Mariñas parece que se cobra el sopapo televisivo de Gloria Camila entrando en la familia Jurado sin corsés. Al menos sabe de lo que habla…