El cansancio, la ansiedad, la saturación e incluso la tristeza que a veces nos inunda puede ser causa por las horas que pasamos frente al ordenador teletrabajando. Y es que esta pandemia del Covid ha cambiado nuestra vida por completo y son muchos los profesionales que siguen llevando a cabo su trabajo desde caso, lo que les hace no desconectar cuando terminan su jornada laboral. Es muy importante que esto no afecta a tu bienestar físico y mental, por eso hay que tener conciencia de cuánto está afectado el teletrabajo en tu vida.
Para prevenir la incidencia de estos problemas, el departamento médico de Cigna ha identificado algunas señales que permiten detectar si el teletrabajo está comenzando a afectar al bienestar físico y mental:
Dificultad para desconectar de las obligaciones laborales.
El mayor uso de las nuevas tecnologías y el hecho de que muchas personas hayan pasado a tener la oficina en casa ha provocado que sea más complicado desconectar del trabajo fuera del horario laboral. Si no se consigue descansar lo suficiente y evadirse de las cuestiones relacionadas con la empresa, podría llegar a experimentarse lo que se conoce como ‘burn out’ o desgaste profesional, especialmente nocivo para la salud mental.
Aumento involuntario de la jornada laboral.
Para que el teletrabajo funcione, es fundamental encontrar la forma de organizarse y autogestionarse de forma eficiente y productiva. De no conseguirlo, se corre el riesgo caer en una sobrecarga de trabajo, en un aumento involuntario de la jornada laboral y, por ende, en la sensación de sentirse desbordado y frustrado por no cumplir con lo que la empresa pide.
Mayor sensación de aislamiento.
La socialización del día a día con el resto de los compañeros y supervisores se ha reducido. En el caso de aquellos que viven solos, esta disminución de contacto directo con otros podría dar lugar a sentimientos de aislamiento o, peor aún, de soledad; una emoción que, a largo plazo, puede manifestarse tanto a nivel físico como psicológico, y que, a su vez, puede desembocar en un aumento de los niveles de estrés y ansiedad.
Menor rapidez mental y concentración.
El cúmulo de pensamientos negativos y situaciones estresantes no es positivo para la mente. La razón es que, cuando se sufre estrés, no somos capaces de tomar el control ni poner orden en nuestros pensamientos. Además, también hay que tener en cuenta que cuerpo y cerebro van de la mano, por lo que tener un nivel inadecuado de movilidad provocará, igualmente, un peor riego sanguíneo. Esto, entre otras cosas, perjudica la actividad cerebral, lo que se traduce en un menor rendimiento intelectual, especialmente en lo que respecta a la memoria y la atención.
Dolores musculoesqueléticos.
Desde una perspectiva física, pasar varias horas sentado sin combinarlo con ningún tipo de actividad física también podría provocar que se cargue innecesariamente la zona lumbar. A esto se une también la inadecuada ergonomía del lugar de trabajo: sillas incómodas, mesas con escaso espacio, realizar las tareas laborales sentados en el sofá o tumbados en la cama, el ordenador en mala posición, mala iluminación… Todos estos elementos provocan malas posturas que pueden derivar en dolores musculares y contracturas.
Aumento de peso.
De igual modo, despertarse y sentarse de inmediato en el ordenador sin tener la necesidad de desplazarse al lugar de trabajo apenas ocasiona gasto calórico. Si a esto se le suma el hambre emocional, provocada por la sensación de aislamiento, soledad, estrés o incertidumbre actuales, y que lleva a comer alimentos calóricos y de escaso valor nutricional de manera impulsiva, el riesgo de aumentar de peso es mucho mayor.
Problemas en el descanso nocturno.
Estar en un estado de tensión provoca que no se duerma lo suficiente. Para revertir esta situación, una buena solución es realizar algún tipo de actividad física, ya que provoca un consumo de energía considerable y ayuda a liberar endorfinas. Sin embargo, si no se realiza ningún esfuerzo de este tipo, no se producirá ese gasto energético que transmita al organismo la necesidad de descanso, y tampoco se llevará a cabo la segregación adecuada de endorfinas, hormonas que inciden directamente en nuestra relajación y sincronización del ciclo de sueño-vigilia.
Pesadez en las piernas.
Permanecer sentado durante largos periodos de tiempo también perjudica la circulación sanguínea, sobre todo, en las piernas, y provoca una mayor retención de líquidos en las extremidades inferiores. Esto provoca pesadez, cansancio, hinchazón e, incluso, dolor en esta parte del cuerpo.
Trastornos digestivos.
Una posición sedentaria durante toda la jornada laboral perjudica, así mismo, el tránsito intestinal y la absorción de nutrientes, ocasionando malas digestiones y produciendo cuadros de diarrea o estreñimiento.