La reina de las mañanas guarda con celo su vida personal. Es por ello que Ana Rosa Quintana se muestra hermética en casi todas sus entrevistas, menguadas desde que el escándalo de su libro Sabor a hiel salpicase su vida. La comunicadora compartió su vida con Alfonso Rojo, con el que se casó en secreto en 1983 y se divorció cuatro años después. Con el periodista tendría un hijo, Álvaro, al que casaron el pasado año en una boda muy concurrida. Después compartiría su vida con José Luis Garci durante diez años y ahora comparte su vida con el empresario sevillano Juan Muñoz, con el que se casó en 2004. La presentadora ha tenido con su actual pareja dos hijos, Jaime y Juan, y celebró el mes pasado su 61 cumpleaños sin demasiados fastos.
En las pocas entrevistas que ha concedido ha explicado que su sueño desde su más tierna infancia era ser periodista: «Desde pequeña, he tenido claro lo que no quería ser: no quería ser profesora, no quería ser enfermera, no quería trabajar en un banco ni ser funcionaria… A mí, lo que me gustaba era la radio. Esta afición me viene por unos cómics que mi padre me traía y que a mí me encantaban. Se llamaban Mari Noticias. Mi padre era muy aficionado al rastro, le gustaban las colecciones, los cómics, y siempre me traía alguna cosa. Creo que, intuitivamente, busqué una profesión insólita para mi familia, porque no había nadie que fuera periodista. Yo he sido siempre muy extrovertida, hablaba con todo el mundo, y quería dedicarme a una profesión que me permitiera viajar y para la que no tuviese que madrugar. La verdad es que estuve mucho tiempo sin madrugar, pero ahora me toca».
Tal era su pasión por la comunicación que todavía recuerda cuando llegó a su casa la televisión: «Recuerdo el día que mi padre trajo la tele a casa; yo tenía cuatro años. Me acuerdo muy bien de ese día, era invierno. Subieron a poner una antena y yo empecé a dar vueltas de contenta. Me caí y me di contra el rodapié, y me hice una brecha. ¡Acabamos en la casa de socorro! Vivíamos en un barrio obrero de Madrid y aquélla era la única tele que había en el bloque. Los vecinos venían a casa a ver la tele, cuando había partidos de fútbol, toros o en Navidades (…) Yo era muy buena niña, y muy habladora; era un loro, ¡no paraba de hablar! También era muy buena estudiante; lo aprobaba todo. De pequeña, me gustaba mucho ir a la montaña. Es una afición que nos contagió mi padre. Íbamos a hacer rutas por el monte, escalada, y nos alojábamos en albergues. Me he recorrido los Picos de Europa, Navacerrada, Granada… Y de joven, prefería estar en la montaña que ir a una discoteca. Quizás, por eso, canto y bailo tan mal».
Ana Rosa le confesaría a su amiga Rosa Villacastín que el único día que no tuvo ganas de hacer su programa de televisión fue tras la muerte de su madre. La comunicadora parece molestarse cuando le ponen de ejemplo de madre pasados los 40: «Es que esto depende de la actividad, y yo tengo ahora la misma actividad que cuando mi hijo Álvaro tenía seis años. Por eso, no he notado una diferencia muy grande entre estas dos maternidades. Mi vida es igual de enloquecida ahora que hace 25 años». Pero AR mira al futuro con optimismo y dice que le quedan muchas cosas por hacer: «Espero que me queden muchas cosas, si no, ¡qué aburrimiento! La verdad es que siempre me estoy metiendo en líos. Ahora, no tengo planificado hacer nada nuevo, pero todo puede pasar en cualquier momento».