Letizia ha hecho frente a uno de sus envites más mediáticos. O, al menos, a su primera entrega, ya que la visita de Estado del presidente de Argentina, Mauricio Macri y de su mujer, Juliana Awada, se prolongará durante cuatro días.
Y ha sido, precisamente, el choque de estilo entre Ortiz Rocasolano y Awada uno de los momentos más esperados. Al nivel de aquella visita de Carla Bruni a los entonces Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia.
Han medido fuerzas y han quedado bastante igualadas ya que, a pesar de las críticas de los medios argentinos por el fallo de protocolo de ir vestidas las dos en rosa empolvado, lo cierto es que la madre de Leonor y Sofía y Juliana han estado de lo más acertadas.
Pero qué fácil parece pasar página, ¿verdad? ¡Ay! Cómo nos olvidamos de otros problemas más importantes que atañen directamente a la Monarquía. Por favor, que hace escasos días estaban dictando sentencia contra Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarín; Amén de que el cuñadísimo de Elena, Felipe y Letizia se enterará hoy de cuándo entra en la cárcel.
Pero es lo que se ve desde fuera, porque los problemas internos son mucho mayores. Es cómo aquello de tener al enemigo en casa. La felicidad que irradiaban Felipe y Letizia tras superar alguna que otra crisis en su matrimonio parece que se ha vuelto a truncar.
La que fuera compañera de Urdaci en los informativos no está dispuesta a dar su brazo a torcer y Felipe, sabedor del peso pesado que tiene ahora al frente de España, es consciente de lo que tiene que hacer. Pero, ¿y en la intimidad? La cosa está clara cuando aceptó la presión marital y no se dignó a llamar a su hermana.
Pero eso ya, informativamente hablando, es pasado. Aunque para Cristina esté más que presente el feo gesto de su hermano; de su cuñada, cómo suele suceder, mejor ni opinar. Más interesante resulta ahora que, al final, Felipe saque algo de carácter y apoye a su madre en su decisión de limpiar la imagen de Cristina. Si ella queda mejor, repercute positivamente en todos.
La hermana de Elena de Borbón da la cara, sonríe por imposición y estará junto a Urdangarin mientras éste oye la confirmación de entrar en la cárcel, o no. Pero lo de Letizia es otra cosa. Está que muerde por que no comulga con lo impuesto en Casa Real: que hay que maquillar lo que, públicamente, proyecta Cristina.
La emérita Sofía lo tiene claro: es su hija y, además, no ha sido considerada culpable. Hay que hacer algo por ella. Y Letizia ya no tiene ni ganas de enfrentarse a su suegra. Bastante tiene con lo que tiene.