Doña Letizia ha vuelto a dar más madera a sus adversarios durante la Pascua Militar, una ceremonia que se lleva a cabo cada seis de enero en el Salón del Trono del Palacio Real y a la que acuden autoridades militares y políticas. Pues bien, durante la misma, la soberana, mientras se encontraba en un corrillo junto a don Felipe, Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal, sacó su espejo y se retocó el maquillaje. Un gesto muy femenino que en otra mujer pasaría desapercibido pero que en ella se ha catalogado como un auténtico desmán.
Nada más conocerse el “Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella del reino?” protagonizado por doña Letizia, las redes empezaron a arder. Y es que son muchos los que se preguntan cómo a la reina se le ocurre cometer semejante falta de educación y de tacto cuando se está en conversación. Sin duda, el gesto da la razón a quienes señalan que la esposa del rey está obsesionada con su aspecto y que eso la hace mostrar su faceta más frívola.
¿Está devaluada la imagen de nuestra Reina?
Aunque aquí gusta el glamour y la elegancia, para nada se quiere una reina al estilo de Rania de Jordania. El ejemplo de doña Sofía ha calado hondo y es el que gusta. Su sencillez, unido a su gran interés por los temas sociales, ha hecho de la reina emérita un estandarte en el que, por desgracia, su sucesora no se mira. De otro modo no se entiende cómo se ha convertido en una fashion victim ocupada y preocupada por su vestuario, maquillaje y peinado. Realmente, Majestad, un poquito menos de frivolidad y algo más de cercanía y empatía. Sin duda, sorprende la manera en que doña Letizia se ha subido a un pedestal desde donde los árboles no le dejan ver el bosque. Menos Rania y más Sofía, por favor.
Parecía que doña Letizia tenía muy claro que quería trabajar por el país desde su puesto en la familia real. Sin embargo, sus gestos la muestran ausente de la realidad social. Suavizar sus rasgos no ha servido para que conecte con la gente. Se percibe altivez en sus ojos. Sin duda, la monarquía no sabe igual desde que ella está, y más cuando se conoce que quiere ejercerla como un trabajo de ocho horas con ocio blindado a la opinión pública.