El juicio que ha mantenido en vilo a dos continentes está a punto de llegar a su culminación. En cuestión de horas, se conocerá la sentencia final del caso que enfrenta a la familia del fallecido doctor Edwin Arrieta y al joven Daniel Sancho, acusado de su asesinato en la isla de Phangan, Tailandia. El abogado Juan Ospina, defensor de los Arrieta, recuerda con precisión la primera vez que Darlin Arrieta entró en su despacho en Madrid. “Lloraba sin consuelo y estaba desesperada”, rememora Ospina, quien decidió aceptar el caso sin dudarlo, impulsado por su conexión colombiana y su deseo de justicia.
Desde ese primer encuentro en septiembre, la lucha de Ospina ha sido incansable. Darlin buscaba en él no solo un abogado, sino un aliado que no permitiría que la muerte de su hermano quedara impune. “Acababa de llegar a España y buscaba ayuda”, comenta el abogado nacido en Bogotá, quien ahora se encuentra a la espera de la sentencia que podría condenar a Daniel Sancho a una pena de hasta 15 años de prisión, o en el peor de los casos, a la pena de muerte.
El juicio, celebrado entre abril y mayo en el Tribunal Provincial de Samui, fue para Ospina una experiencia sombría. “Un juicio tétrico, con mala energía”, describe el abogado, quien todavía recuerda la imagen de Sancho entrando en la sala, con la cabeza rapada y escoltado por dos policías locales. Estos días oscuros y llenos de tensión dejaron una marca en Ospina, quien destaca la mirada de Silvia Bronchalo, madre del acusado, como una de las pocas notas humanas en un escenario cargado de dolor y desesperación.
Mientras tanto, en Lorica, una pequeña localidad colombiana, la familia Arrieta aguarda la sentencia en medio de la pobreza y la tristeza. “No tienen apenas dinero”, explica Ospina, señalando la trágica realidad de una familia que perdió no solo a un hijo, sino también a su principal fuente de ingresos. Edwin Arrieta, un respetado médico, sostenía económicamente a su familia, que ahora sobrevive con una pensión mínima y los escasos ingresos que Darlin puede conseguir.
La desigualdad entre las dos partes del caso es evidente. “No hay comparación entre nuestras situaciones económicas”, afirma Ospina con cierta impotencia. Mientras que la defensa de Sancho cuenta con recursos considerables, la familia Arrieta ni siquiera puede permitirse viajar a Tailandia para asistir al juicio o escuchar el veredicto en persona. Ospina, que ha trabajado sin cobrar honorarios y asumiendo todos los gastos del caso, destaca la diferencia de trato que esto supone en un caso tan mediático.
“No hay palabras de perdón por parte de Daniel Sancho”, señala Ospina con amargura. “Sancho es un descuartizador confeso”, añade, refiriéndose al crimen que el joven admitió inicialmente pero que luego trató de justificar como un acto no premeditado. La familia Arrieta, por su parte, sigue sumida en su dolor, sin haber recibido ni un gesto de arrepentimiento ni la esperanza de una indemnización significativa.
La familia de Edwin Arrieta
Con la sentencia a punto de revelarse, Ospina se enfrenta a una madrugada de tensión y expectativa. “No me quita el sueño el resultado”, asegura, aunque admite estar nervioso. Para este joven abogado, este caso no es solo un desafío profesional, sino un punto de inflexión en su carrera y en su vida personal. “Nadie va a devolvernos a Edwin”, comenta con tristeza, reconociendo que, aunque una condena no aliviará el dolor de la familia Arrieta, podría al menos ofrecerles un cierre.
El destino de Daniel Sancho, hijo del actor Rodolfo Sancho y nieto del icónico Sancho Gracia, sigue siendo incierto. La fiscalía ha solicitado la pena de muerte, y aunque el joven defendió su inocencia durante su alegato final de 45 minutos, el peso de las pruebas y la confesión inicial podrían sellar su destino. “Espero una sentencia condenatoria”, insiste Ospina, quien no ve otra salida posible en este caso.
En Lorica, la familia Arrieta espera en silencio. Rodeados de amigos, familiares y periodistas, tratan de mantenerse fuertes en estos momentos decisivos. “Quiero mandar un abrazo a la familia de Edwin Arrieta”, declaró Ramón Chipirrás, portavoz de Sancho, en un intento de suavizar las tensiones, aunque las palabras parecen llegar demasiado tarde para una familia que ha sufrido tanto.
Este caso, que ha capturado la atención de medios y público en España, Colombia y Tailandia, es un recordatorio crudo de las desigualdades que persisten en la justicia global. ¿Qué será de Daniel Sancho? ¿Qué justicia espera la familia Arrieta? En unas horas, el mundo conocerá la respuesta, pero el dolor y las cicatrices de este caso perdurarán mucho más allá del veredicto final.