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El desgarrador momento que ha vivido Sara Carbonero durante su último viaje

Sara Carbonero se ha embarcado en un viaje que quedará grabado en su memoria para siempre. A diferencia de otros viajes en los que ha participado a lo largo de su carrera, este ha sido, sin duda, uno de los más complicados, tanto a nivel físico como emocional. Junto a UNICEF, la periodista viajó a Bajo Chiquito, una comunidad indígena ubicada en la frontera entre Panamá y Colombia, con el objetivo de conocer de primera mano las historias de los migrantes que atraviesan la infame Selva del Darién. Lo que allí vivió y las experiencias que presenció la han marcado profundamente, dejándola con un sentimiento de desolación y, al mismo tiempo, de esperanza.

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Sara Carbonero comparte sus vivencias

A pesar de la dureza de la situación, hubo un aspecto que sorprendió y conmovió profundamente a Sara: la resiliencia y la alegría de los niños que, a pesar de haber cruzado la selva en condiciones extremas, mostraban una sorprendente capacidad para sonreír y jugar. La periodista describe cómo, a pesar del agotamiento evidente, los niños que llegaban a Bajo Chiquito saltaron y rieron al llegar al lugar. “La mayoría saltaba y reía después de 10 días sin parar de caminar y llegando por fin a un sitio con vida”, explicó Sara, impresionada por la capacidad de los más pequeños para encontrar alegría en medio de tanta adversidad.

Este contraste entre la desesperación de los adultos y la alegría de los niños dejó a Sara con un nudo en la garganta, un sentimiento que la acompañó durante todo su tiempo en Bajo Chiquito. Fue un recordatorio brutal de las diferentes formas en que las personas procesan el sufrimiento y la esperanza.

Pero no todo en el viaje fue tristeza y desesperación. Sara Carbonero también encontró momentos de calidez y conexión con la comunidad local. Durante las horas de espera, ella y los demás cooperantes de UNICEF tuvieron la oportunidad de conocer más a fondo a los habitantes de Bajo Chiquito. La periodista relata cómo fue recibida con hospitalidad y cariño por los locales, especialmente por una mujer llamada Araceli, quien la invitó a su cabaña para realizar un tatuaje temporal con jagua, una fruta típica de la región. Mientras Araceli realizaba el tatuaje, su pequeña hija jugaba a su alrededor, llenando el espacio de una energía inocente que contrarrestaba el peso de las historias que Sara había escuchado.

Este tiempo compartido con los locales permitió a Sara y a su equipo comprender mejor la importancia de los llamados «lugares alivio», espacios seguros donde los migrantes pueden descansar y recuperarse antes de continuar su viaje. Conocieron el cuarto de literas donde pasan la noche los niños que llegan solos, sin familiares, después de haberlos perdido en la selva. Estos momentos de conexión humana le dieron a Sara una perspectiva más amplia y un profundo respeto por la resistencia y la solidaridad de las comunidades que, a pesar de sus propias dificultades, se esfuerzan por ayudar a quienes llegan en condiciones desesperadas.

Para Sara Carbonero, este viaje no solo ha sido una experiencia profesional, sino también un desafío personal. En sus reflexiones, la periodista admitió que desde 2018 no había podido regresar al terreno con UNICEF, algo que le producía una gran tristeza. Sin embargo, este viaje le recordó la importancia de mantenerse activa y consciente, de seguir adelante a pesar de las dificultades personales. “Me recuerda que estoy viva, despierta, con los ojos bien abiertos y consciente. Soy parte del cambio”, escribió, subrayando cómo este viaje ha renovado su compromiso con las causas sociales y con la misión de dar voz a quienes más lo necesitan.