En un día de luto para la Familia Real Española y para muchos ciudadanos, se ha recibido la triste noticia del fallecimiento de Fernando Gómez-Acebo, el hijo menor de la Infanta Pilar. A la edad de 49 años, su partida ha dejado un vacío imborrable en los corazones de quienes lo conocieron y amaron.
La muerte de Fernando Gómez-Acebo fue el resultado de una larga batalla contra una insuficiencia respiratoria crónica, la cual se agravó en los últimos meses debido a complicaciones causadas por la gripe A. A pesar de enfrentar esta difícil situación con valentía y perseverancia, lamentablemente no logró superarla.
Fernando, primo del Rey Felipe VI y sobrino de Don Juan Carlos, había enfrentado problemas de salud durante varios años, lo que lo llevó a pasar por múltiples hospitalizaciones. Aunque parecía haber recuperado estabilidad respiratoria meses atrás, su repentina partida ha sumido a la familia en un profundo dolor y consternación.
Sin embargo, la vida de Fernando no estuvo marcada únicamente por sus desafíos de salud, sino también por sus relaciones personales. El niño al que en la familia llaman Coquito, porque su padre siempre fue conocido como Coco, siempre ha vivido con su padre. Nadia y Fernando, cada uno en su casa, eran casi vecinos por el bien de su hijo que está escolarizado en Madrid.
Su matrimonio con Mónica Martín Luque en 2004 atrajo la atención pública, aunque la relación terminó en divorcio en 2013. A pesar de ello, mantuvieron una amistad y respeto mutuo. Tras la separación, Mónica continuó con su negocio mientras que Fernando encontró consuelo en la casa familiar de Puerta de Hierro.
2La salud de Fernando Gómez-Acebo
Desde temprana edad, Fernando Gómez-Acebo se distinguió por no sobresalir en ninguna disciplina deportiva, a diferencia de sus hermanos y primos. Mientras su hermana mayor, Simoneta, dominaba el arte de la equitación y otros se destacaban en el golf o el tenis, él no encontraba su lugar en esos terrenos. Sin embargo, había un ámbito en el que ningún Borbón ni Gomez-Acebo podía superarlo: el esquí. Sus descensos en las nevadas laderas de Baqueira eran legendarios, especialmente cuando toda la familia se reunía para disfrutar de esos momentos.
Pero el deporte no era su único interés. Gracias a sus amigos pescadores en Mallorca, Fernando dominaba todos los secretos de la pesca con potera. Al igual que su abuelo, el Conde de Barcelona, tenía una profunda conexión con el mar y encontraba verdadero placer en cada jornada de pesca. No solo disfrutaba de esta pasión en soledad; solía llevar consigo a sus sobrinos mayores, compartiendo con ellos momentos inolvidables que luego culminaban en la cocina, donde convertían sus capturas en suculentos manjares para deleite de toda la familia.
La compañía era algo fundamental para Fernando. Su círculo de amistades era tan variado como sus intereses. Desde espías hasta bomberos y mecánicos, siempre encontraba la manera de rodearse de personas interesantes y dispuestas a compartir sus conocimientos y experiencias. Su deseo innato de ser útil y brindar apoyo lo llevó incluso a estar al pie de la cama durante la enfermedad de su madre, siendo su fiel compañero hasta el último aliento.
Fernando no solo era un hombre de habilidades diversas, sino también de un corazón generoso y entregado a quienes lo rodeaban. Su espíritu altruista y su pasión por la vida lo convirtieron en un ser querido y admirado por su familia y amigos, dejando un legado de amor y solidaridad que perdurará por siempre.