Desde que rompió su relación con Isabel Preysler en diciembre de 2022, y retomó su matrimonio con Patricia Llosa semanas después, Mario Vargas Llosa apenas se ha dejado ver en nuestro país. A pesar de que han sido numerosas las ocasiones en las que ha asegurado que Madrid es su casa, el escritor ha vivido en los últimos meses a caballo entre su Perú natal y la casa que posee en República Dominicana, disfrutando de su reconciliación con la madre de sus hijos y de una vida familiar que apenas disfrutó durante los siete años que duró su noviazgo con la ‘reina de corazones’.
Y casualmente, diez días antes de la boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva -a la que está claro que no asistirá tras su polémica ruptura con la madre de la novia- el Premio Nobel ha regresado a España y no lo ha hecho solo. A su lado, Patricia, de la que no se separa desde que decidieron darle una segunda oportunidad a su medio siglo de amor, y su hija Morgana, que una vez más ha vuelto a hacer gala de sus malos modos ante las cámaras.
Molesta por el interés mediático que despierta su padre, y dispuesta a todo para protegerle a pesar de que Vargas Llosa está más que acostumbrado a que le pregunten por Isabel Preysler, la peruana no ha dudado en impedir el trabajo de las cámaras tapando el objetivo con la mano y con su móvil, metiéndose entre su padre y los micrófonos y haciendo aspavientos para que los reporteros no pudiesen hacer su trabajo.
Mientras Patricia se dirigía rápidamente al coche que les esperaba a las puertas de su domicilio y Mario -más delgado que en su última aparición- caminaba tranquilamente con ayuda de su bastón ignorando las preguntas sobre Íñigo Onieva y su nuevo trabajo en el Cafe Gijón que él tanto ha frecuentado -una información que poco después desmentía el propio local- su hija Morgana pasaba a la acción torpedeando el trabajo de la prensa y dejando claro una vez más la antipatía que siente por las cámaras.