Mónica Bardem se vuelve a subir a las tablas de un teatro, en el Infanta Isabel para interpretar la obra ‘Aquellas migas de pan’. Junto a la actriz Carmen Ibeas y dirigida por Inma Cuevas, nos ha presentado la historia de una escritora con demencia senil que pide asistencia a su enfermera para terminar sus memorias antes de perder sus recuerdos con totalidad.
Mónica Bardem ha confesado que no se viene abajo cuando interpreta el papel de ‘Migas de pan’, reconoce que «no, yo me vengo abajo aquí. Cada función que hemos hecho es una emoción, tengo muchísimo amor y cariño a este personaje«.
De hecho, Mónica no ha asegurado que «creo que es el personaje de mi vida, transito con ella y le acompaño en su recorrido, me emociona y me conmueve siempre. En mi casa al estudiar el texto me echaba a llorar siempre, me conmueve».
Aunque es la primera vez que actúa en este teatro, ha pasado muchas horas allí de pequeña porque «me he pasado media infancia en el patio de butacas. Mi madre ensayaba, actuaba, yo venía del colegio, los fines de semana veníamos aquí después de estar con mi abuela hay ese olor que no sé si será el terciopelo o qué que me lleva a mi infancia. Lo más flipante es que el escenario me ha resultado mucho más pequeñito».
Sobre su madre, Mónica nos ha confesado que no sufrió de Alzheimer antes de morir: «tengo a madres de amigos, gente que ha perdido a sus familiares. En el caso de mi madre tenía la cabeza maravillosa, no tuvo lagunas ni pérdidas de memoria, la típica de las edades. En su caso fue más un deterioro físico que cognitivo».
Con ella aún muy presente, Mónica nos asegura que le acompaña siempre: «sí, me la imagino aquí. Pensar en mi madre siempre me dibuja una sonrisa, la llevo conmigo y está, está ella, mis abuelas, mis tías abuelas toda la saga dice hay que arropar a la niña, me siento muy arropada y querida por ella».
Además, la actriz reflexionaba con nosotros sobre el gran parecido que comparte con ELLA: «me sigue sorprendiendo. La voz sí, la tengo muy parecida a ella, pero físicamente no me veo parecido. A mí abuela sí, a mi madre no tanto, pero bueno, es un orgullo».
Consciente del peso del apellido Bardem, nos asegura que ahora no lo entiende como una carga: «cuando empecé a estudiar interpretación y empecé a ser actriz, tenía 18 años, sí me pesaba más. Hace tres días he cumplido mis 59 y ya no me pesa el apellido, al contrario, me llena de orgullo y no es ninguna mochila para mí, no sé lo que será para los demás, pero para mí es mi cuna, mi piel y me abraza».
Eso sí, Mónica nos ha reconocido que cuando se retiró del mundo de la interpretación «me fui un poco aplastada por el peso del apellido, no lo supe gestionar y realmente no tenía mucho trabajo. Te metes a ser camarera, tienes que llenar la nevera. Fueron años duros, pero yo descansé de la espera a que sonase el teléfono. Para mí esa frustración de no tener trabajo como actriz me ponía muy triste».
«Fueron unos años en los que hice lo que tenía que hacer, tuve un hijo, lo crié, una taberna es un escenario y la vuelta ha sido perfecta. Después de tantos años me sentí tan a gusto, como cuando vuelves a casa y te pones las zapatillas, dices por qué saqué los pies de aquí» añadía la actriz.
En cuanto a sus hermanos, Javier y Carlos, nos desvela que están muy orgullosos de ella y de su trabajo: «mis hermanos flipan, están muy orgullosos, el día del estreno podrá venir Carlos, pero Javier, Penélope, el resto de la familia está de viaje, vendrán a lo largo de las funciones hasta el 4 de junio que vamos a estar. Ya han visto la obra, vinieron a Coslada a verla y les emocionó».
Por último, Mónica se ha deshecho en elogios hablando de su hermano Javier, a quien considera un gran apoyo: «Javier no deja de sorprenderme a mí y creo que al planeta, yo digo que es el mejor actor del mundo. Le dicen tendrías que cantar y va y canta. Por ejemplo, para Javier era importante dosificara las películas de drama y meterse en un mundo que también sus hijos puedan ver las películas, esto seguro que lo explicaría mejor Javier».