La actividad ha vuelto a la casa de José Ortega Cano tras el regreso de Ana María Aldón a Madrid después de casi dos semanas meditando en su casa de Costa Ballena, Cádiz, sobre el futuro de su matrimonio. Alejada del foco mediático y de su trabajo en Viva la vida por prescripción médica, la colaboradora está hundida anímicamente y ese sería el motivo por el que no se ha dejado ver desde que volvió al lado de su marido, con el que parece que por el momento no habrá separación como algunos aseguraban.
«Estoy divinamente, enamoradísimo» confesaba Ortega Cano este domingo, intentando ahuyentar los rumores de crisis con una Ana María que prefiere guardar silencio y que lucha por volver a ser la misma de siempre rodeada de los suyos, muy pendientes de ella en estos delicados momentos.
Y es que a pesar de los tensos encontronazos que han protagonizado en los últimos tiempos, Gloria Camila parece haber aparcado sus diferencias con la mujer de su padre y han sido varias las ocasiones en las que la hemos visto acudiendo a la casa familiar.
Así, después de dejarse ver el domingo luciendo una inmensa sonrisa tras su reencuentro con Ana María, 24 horas después ha regresado con su novio David, en coches diferentes, a la residencia en la que la gaditana vive con su padre, donde pasaron gran parte del día. Una cumbre familiar que deja entrever que la mujer y la hija de Ortega Cano han firmado la paz.
Y, mientras tanto, el torero se ha mostrado de lo más activo y aunque no ha querido hablar de cómo se encuentra Ana María ni si han hablado sobre su futuro como pareja, sí le hemos visto supervisando el traslado de varios enseres antiguos que parecen no tener cabida ya en el hogar familiar, como varios cuadros y una escultura de tipo religioso.
Con look veraniego con bañador y calcetines altos, Ortega ha dado indicaciones a los operarios de dos furgonetas que se han encargado de su mudanza y a los que ha acompañado a los servicios municipales cercanos a su domicilio para depositar sus objetos personales, deshaciéndose de algunas pertenencias de su pasado que, imaginamos, ya no tienen cabida en su domicilio.