Por mucho que cada vez haya menos frutas «de época», la sandía si con alguna se relaciona es indudablemente con el verano, quizá no haya ninguna que represente mejor esta estación. Ya sea en casa, en el jardín, en el campo o en la mismísima playa, las imágenes de gente degustándola, tanto con tenedor o cuchillo como simplemente con los dedos, pringándose bien las manos, la cara y hasta el pecho, se repiten con suma frecuencia. Esta cucurbitácea tiene un sabor refrescante que se agradece en un tiempo en el que el calor aprieta. Hasta ahora la habíamos comido a cubos, tajadas, en gazpacho, ensalada o incluso marinada con un poco de lima, chile y sal, por lo que ya tocaba comerla asada en una ensalada.
3El sabor final
El resultado final de cocinar sandía es cuando menos extraño, ya que el cerebro espera ese sabor fresco y dulce de esta fruta y lo que se encuentra por el contrario es uno ligeramente ahumado e intenso. La textura también es diferente, pues la pulpa es más firme que cuando está la sandía cruda y eso contribuye de nuevo a ese choque de expectativas. Pasado el primer impacto, y combinada con la acidez de unas gotas de zumo de lima y la salinidad del queso feta, la cosa cambia y se convierte en una forma interesante de comer sandía, al menos para probar una vez y salirse de lo cotidiano un día de barbacoa.