El 29 de julio de 1981 una jovencísima Diana Spencer se dirigía al altar. La expectación era máxima, la historia era de «cuentos de hadas» y la ceremonia fue considerada como «la boda del siglo». En el fondo era el inicio de un icono, y los símbolos no nacen solo de una apariencia espectacular, sino de unos valores trascendentales que se reflejan, creando una imagen única.
3Las joyas de una princesa
> Otro de los aspectos que llamaron la atención aquel día no fue solamente el majestuoso vestido, sino la tiara perteneciente a su familia y no la de los Windsor. «Para su boda, Diana escogió la tiara de su abuela con un diseño floral ornamentado hecho de diamantes y plata, sobre un velo de tul de seda de color marfil. También llevó unos espectaculares pendientes prestados por su madre. Con estos detalles reafirmaba una identidad y personalidad propia que quizá su timidez difuminaba.», comenta Mayte Garrote de Different Estilistas desde Zamora.
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