El bailaor de flamenco Antonio Canales es el primer concursante confirmado de la nueva edición de Supervivientes 2021. Su larga trayectoria en el mundo de la cultura y las polémicas por las que se ha visto envuelto a lo largo de su vida le han dado el pase directo a Honduras. Para quien no le conozca, ha sido reconocido internacionalmente gracias a su mayor virtud, el baile. Además, ha protagonizado ciertas escenas que nunca querría haber vivido pero que, sin embargo, ha sabido cómo llevar la manera más elegante. Con cientos de defectos pero con algo especial que los altos mandos de Mediaset han sabido ver, se embarca en esta nueva aventura donde estamos seguros, dará mucho que hablar. Sobre todo por su fuerte vinculación con su amigo y compañero de profesión, Rafael Amargo, uno de los posibles participantes que hoy por hoy encabezan las quinielas.
3«Para mí la droga era como un plato de jamón»
> A Antonio Canales no se le caen los anillos. Las drogas se lo quitaron todo, también a su mujer y madre de sus tres hijos, Malena, a la que dice, le debe mucho. Eran algo totalmente habitual en su vida, pues llegó a decir en una entrevista para Espejo Público que para él, hubo un momento en el que era algo tan simple como el comer un plato de jamón. «Para mí la droga era como un plato de jamón. Algo normal. Toqué el infierno con los dedos. Me fulminé un imperio. Lo vendí todo y me lo gasté. Iba al casino… Mi compañía facturaba 1000 millones de pesetas», explicaba recordando aquel duro episodio donde no tenía prácticamente el control de sí mismo, frente a Francisco Rivera.
Fue entonces cuando tuvo que ingresar en un centro de adicciones. «Me quedé en 67 kg. Me ingresaron con el doctor Freixa, en Barcelona. Me decía que gracias a mi fortaleza física como bailaor pude haber sobrevivido a toda la mierda que me metí, sobre todo cocaína… Después de seis meses logré curarme, aunque perdí pelo y vista. Lo más importante es la cabeza. Hoy aquí estoy, como un roble«, aseguraba sintiéndose como un auténtico superviviente sin saber que cierto tiempo después por fin podría experimentarlo, en el buen sentido de la palabra, en sus propias carnes.
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