Después de la reveladora entrevista de Kiko Rivera en el especial «Cantora: la herencia envenenada», el Dj y su mujer, Irene Rosales, han regresado con varias horas de diferencia a Sevilla y han retomado su día a día. Volcados completamente en sus hijas, y guardando un tenso silencio, el matrimonio – que está más unido que nunca en estos durísimos momentos – prefiere no pronunciarse sobre cómo estaría viviendo esta guerra entre madre e hijo la otra protagonista del culebrón, Isabel Pantoja.
Y es que, al parecer, la tonadillera nunca pensó que su hijo haría las declaraciones que hizo el pasado viernes en televisión y todavía no se puede creer que la acusase públicamente de haberle engañado con la herencia de Paquirri, además de asegurar que todos los objetos personales del torero – que Isabel Pantoja denunció que habían robado para no entregárselos a Francisco y a Cayetano Rivera, como había ordenado un juez – estaban en una habitación bajo llave en Cantora y este verano los habría descubierto en un descuido de la artista. Completamente sobrepasada, la tonadillera está medicada, en cama, y con ataques de ansiedad desde la última entrevista de Kiko.
El Dj, ajeno a los dramáticos momentos que está viviendo la tonadillera, que lo está pasando francamente mal según fuentes cercanas, llega a su domicilio y, como en él es habitual – si no hay un cheque de por medio – guarda silencio y evita comentar si ha tenido noticias de su madre, si ha hablado con sus hermanos Francisco y Cayetano después de que hayan retomado sus acciones legales en contra de Isabel Pantoja para recuperar las pertenencias de Paquirri. Muy serio, Kiko tampoco confiesa qué le parece que Ramón Calderón pueda demandarle por llamarle sinvergüenza y acusarle de haber montado una trama con su madre con la gestión de la finca Cantora.
Irene, que llegaba a Sevilla unas horas antes que su marido, también prefiere mantenerse al margen de todo lo que ha ocurrido en los últimos días. Así, a pesar de pregonar su amor por Kiko a través de sus redes sociales, la colaboradora de «Viva la vida» prefiere no hablar de su suegra ni comentar si temen que Agustín Pantoja tome medidas legales contra su sobrino por llamarle amargado y mantenido, entre otras cosas. La sevillana sólo afirma que «ahí vamos», confesando qué, para qué negarlo, han pasado por épocas mejores.