Para que una receta quede de lo más apetecible lo ideal es encontrar el equilibrio perfecto entre los sabores y las cantidades. Uno de los problemas más comunes es cuando la comida queda salada, y en la mayoría de las ocasiones se considera que esto no tiene remedio, que el daño ya está hecho y habrá que ingerir un plato un poco menos apetecible. Pero, ¡esto no es así! Existen algunos trucos para arreglar este pequeño desastre y hoy los vamos a compartir contigo.
1Añadir algo de azúcar
Este parece un truco muy evidente… tanto que cuando ocurre puedes pensar que no va a funcionar. Lo cierto es que es el remedio más sencillo ya que el dulce es el sabor opuesto y rebaja fácilmente las dosis excesivas de sal en las recetas.
Para aplicarlo y que funcione, eso sí, debes hacerlo correctamente. Para ello tendrás que ir añadiendo muy poca cantidad de azúcar, removiendo bien y probando cómo resulta cada dosis. Esta es la única forma de evitar que el plato se arruine todavía más y acabe sabiendo dulce.