Las especulaciones sobre un posible divorcio de Felipe VI han estado siempre presentes porque los asuntos de la Casa Real son complicados. Pero más de tres lustros después de su inolvidable boda en la Catedral de la Almudena de Madrid, el matrimonio se mantiene, aparentemente sólido, pero es posible que con muchas grietas en su interior. Letizia es una mujer con un gran temperamento que nunca estuvo dispuesta a ser una reina clásica, obediente y sumisa, ni a convertirse en un mero florero junto al rey en los actos oficiales. Tal vez se casó enamorada, con la enajenación propia de las primeras etapas de un romance, y poco después se topó con la realidad. Sin embargo, si los monarcas decidiesen divorciarse, la asturiana, entre otras cosas, perdería la custodia de sus dos hijas, algo a lo que probablemente no está dispuesta.
1PRIMERAS DUDAS
Los primeros rifirrafes tuvieron lugar antes incluso de la boda, porque Letizia, ya estando comprometida con el Príncipe Felipe, manifestó su deseo de seguir trabajando como periodista, profesión en la que ya había conseguido varios éxitos destacados. Con el temperamento que le caracteriza la futura reina insistió mucho al príncipe Felipe para poder proseguir con una carrera que se intuía prometedora. Algunos días antes de la boda, se les pudo ver a los dos un poco malhumorados y enfadados entre ellos, suponemos que fue porque Letizia trató de presionar al máximo para poder compatibilizar su vida profesional con su papel en la monarquía. Pero la Casa Real no estaba dispuesta ni a negociar al respecto. Para convertirse en Princesa, tendría que renunciar por completo a su vida ‘pleyeba’ incluyendo su amor por su carrera.