El 29 de septiembre de 2014 nos levantamos con la peor de las noticias. Miguel Boyer acababa de fallecer tras sufrir un tromboembolismo pulmonar en una conocida clínica madrileña. El marido de Isabel Preysler, que a comienzos de 2012 había padecido un ictus, de cuyas secuelas – principalmente de movilidad – todavía luchaba por recuperarse, no pudo superar este nuevo contratiempo en su ya de por sí delicado estado de salud y falleció dejando desoladas a su mujer y a su hija pequeña, Ana Boyer.
Inolvidables las desgarradoras imágenes de unas destrozadas Isabel y Ana, completamente de luto y arropadas por sus familiares y amigos más cercanos, despidiendo a su marido y su padre respectivamente, en el cementerio de San Isidro de la capital. El exministro socialista se fue demasiado pronto, dejando una gran desolación en la reina de corazones, que en Miguel había encontrado al amor de su vida casi 30 años antes.
Apenas sin darnos cuenta han pasado seis años desde el fallecimiento de Boyer y las cosas en la mansión que la socialité posee en el madrileño barrio de Puerta de Hierro han cambiado en este tiempo. Y es que, en primer lugar, y pese a que nunca lo hubiese imaginado, Isabel Preysler volvió a enamorarse. Meses después de la muerte de su marido, y para sorpresa de todos – incluida la propia protagonista – la filipina comenzaba un sorprendente y mediático romance con Mario Vargas Llosa, que en ese momento se estaban separando de su esposa durante más de medio siglo, Patricia Llosa.
Pese a las críticas, Isabel y el Premio Nobel de Literatura lucharon por su amor, convencidos de que no era un simple capricho y cinco años después, están más enamorados que nunca. Los rumores de boda en la veterana pareja son constantes, aunque la propia Preysler ha confesado que no necesita casarse porque así está muy feliz. Y la verdad es que esa dicha se refleja en la socialité, espectacular a sus casi 70 años.
En cuanto a Ana Boyer, que cuando falleció su padre – con el que tenía una relación muy especial – ya mantenía un sólido noviazgo con Fernando Verdasco, decidió aparcar su prometedor futuro laboral en el mundo de la abogacía y acompañar al tenista en sus constantes viajes por todo el planeta.
En diciembre de 2017, envuelta en un gran secretismo para proteger la jugosa exclusiva, la benjamina del expolítico – que tuvo dos hijos fruto de su matrimonio con Elena Arnedo – se casaba en una idílica ceremonia en el Caribe. Tres años después, Ana y Fernando siguen tan enamorados como el primer día y esperan un bebé. Ya tienen un hijo, Miguel, que se llama así en honor al padre de la socialité, y pronto darán la bienvenida a su segundo retoño, que será una niña de la que todavía no han desvelado su nombre.