Estoy ensimismado con la nueva edición de Gran Hermano VIP. Lo observo con cierta pasión pero lo exorcizo como uno de esos analistas televisivos a los que todo les parece mal. Si ya me engancha la historia de Kiko Jiménez, Sofía Suescun, Estela Grande y Diego Matamoros, todavía me enloquece más que haya quien se los crea. Sobre todo a la hija de Maite Galdeano que, por cierto, está envuelta en asuntos mucho más graves e importantes que ese showcito libidinoso que protagoniza con un guión demasiado manido.
Sofía ha desarrollado la capacidad de que todo lo que dice parezca mentira. No me creo sus lágrimas, sus lánguidos suspiros ni esos gestos de (falsa) afectación que no duda en exagerar cuando el foco le deslumbra. Estoy saturado de tanto y continuado fingimiento así como de esa pleitesía que algunos le rinden no sé si por interés, miedo o ingenuidad. Lo que es evidente es que ni siquiera sus aspavientos interminables convencen a una audiencia que duda de una inocencia que más bien parecen trampa y estrategia. Quién va a creerse ahora esa historia de corneadores y corneadas que nos intentan vender desde Gran Hermano. Kiko y Sofía siguen una hoja de ruta que ambos marcaron antes de que él se encerrara en la casa de cristal. O tal me parece.
«Me pregunto hasta dónde está implicado diego matamoros en esta melé que se resolverá en un deluxe bien pagado»
Los dos son conscientes de cuáles son las teclas que deben tocar para que la música retumbe celestial y qué comentarios hacer para que la polémica sea el perfecto trampolín hacia el premio final, que no es tanto el maletín con los miles de euros sino el empoderamiento y permanencia en Mediaset.
Kiko está demostrando ser el alumno aventajado en esta escuela que me recuerda a la época de Montse Páez y Leonardo Dantés cuando los montajes se compraban al por mayor. Ni hay infidelidad con Estela -que también podría ser el eslabón perdido en este montaje entre parejas- y dudo que, incluso, haya atracción. Quienes conocen el percal ya empiezan a apuntar en mi misma dirección, tal vez porque la única ambición de los protagonistas de esta orgía televisiva pasa por la caja tonta.
Me pregunto hasta dónde está implicado Diego Matamoros en esta melé que se resolverá, a todas luces, en un Deluxe bien pagado. Es más rentable que Kiko salga este jueves de Guadalix. Todos saben que habrá portadas, enfrentamientos, polígrafos y entrevistas en horario de máxima audiencia. Y posterior reconciliación. ¡Necesito montajes más innovadores!
A estas alturas del concurso prefiero la verdad de Mila Ximénez y de Alba Carrillo, y eso que con ninguna de las dos tengo ahora buena relación, más bien todo lo contrario. Pero sé reconocer que no siguen la línea marcada por nadie y que su independencia les hace únicas. Incluso en esos ataques furibundos con los que amenazan abandono, me hacen reír. Será que me hago mayor. Y olvidadizo. C’est la vie.