Cuando faltan dos semanas para entrar en agosto, doña Sofía y doña Letizia han protagonizado un duro altercado. La esposa de don Felipe no está por la labor de tender puentes durante su estancia en Mallorca. Eso ha hecho que doña Sofía estalle cansada ante tanta zancadilla. La reina emérita está harta de tener que dar la cara en Palma y encima que su nuera se lo pague con malos modos. ¿Qué ha motivado este nuevo enfrentamiento entre suegra y nuera? Te lo contamos todo a continuación. Sigue leyendo.
La gran fobia de Letizia
> Para doña Letizia, el mes julio significa ansiedad. Piensa que falta poco para que llegue agosto y toca pasar unos días en Palma. A la reina no le gusta la isla. Asegura que está llena de “pijos” y “chonis” que solo quieren hacer ostentación de su poderío económico. La máxima expresión de lo que aborrece se encuentra representada en el ambiente que se crea alrededor de las tradicionales regatas en honor del rey. Antaño, don Felipe, sus hermanas y su padre participaban. Ahora ya solo se embarca el rey.
Doña Letizia tiene fobia a Mallorca. Es llegar a la isla y querer marcharse. Jamás se ha sentido cómoda allí. A pesar de que don Felipe ha hecho por integrarla, ella se ha plantado y de ahí no se mueve. El problema es que Leonor y Sofía también han heredado esta peculiaridad de su madre, que ha dado origen a más de una bronca matrimonial.
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Durísimo enfrentamiento entre Sofía y Letizia
> El ambiente en Marivent es muy relajado. Cada uno va a su aire, que para eso son vacaciones. Doña Sofía lo único que pide a su familia es que desayunen todos juntos. Dado que se levantan a la misma hora, el plan es viable. Sin embargo, doña Letizia ha acabado con esta costumbre por considerarla una imposición de su suegra, y por ahí no pasa. A ella nadie le dice lo que tiene que hacer.
La negativa de la reina ha hecho que su suegra estalle. Doña Sofía ha recriminado a su nuera su afán por separar a don Felipe, Leonor y Sofía del resto de la familia. Así las cosas, los días que permanezcan en la isla, Letizia y su familia política no van a coincidir, excepto en los actos oficiales marcados en la agenda real. La reina no quiere trato con suegros, cuñadas y sobrinos. De ahí que jamás se apunte a los planes familiares. A don Felipe le gusta ir a navegar con sus sobrinos y doña Sofía, un plan del que la reina se niega a participar.
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La reina aparta a sus hijas de la familia
> En cierta ocasión alguien comentó que algo le pasa a Letizia con sus hijas. Quiere controlar todos los detalles relativos a Leonor y Sofía. Desde lo que comen, hasta con quien hablan. La reina ya ha dejado claro que no quiere que las niñas tengan contacto con su familia paterna. De hecho, jamás ha fomentado los encuentros, todo lo contrario. Si don Felipe sale a navegar o de paseo con sus sobrinos, Leonor y Sofía no van por expreso deseo de su madre.
Si alguien está sufriendo con esta situación es doña Sofía, que siente adoración por sus nietos. De hecho, los mayores, siempre que pueden, le demuestran su afecto públicamente. En realidad, están indignados con la actitud de la tía Letizia. Ellos también se sienten menospreciados por ella. Sorprende que don Felipe no tome cartas en el asunto y pare los pies a su esposa.
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Letizia y un polémico contrato
> Es doña Letizia mujer de grandes fobias. Cuando algo no le gusta, no hay manera. Ni disimula. Desde el principio mostró su oposición al veraneo real en Palma. Quienes coincidieron aquellos primeros años con ella en la isla la recuerdan lamentándose por tener que pasar unos días en un lugar que detesta. Le molestaba todo. Las regatas, el club naútico, Marivent, los paseos por la isla… A tanto llegó la cuestión que tras varias discusiones con don Felipe se decidió firmar un documento en el cual se establecen los días anuales que la pareja debe pasar en la isla.
Lo cierto es que doña Letizia no quiere compartir su familia con nadie. De ahí su gusto por las vacaciones privadas, pagadas por los contribuyentes pero sobre las que no se puede preguntar. A la reina le gusta la buena vida. Hace unos años alquiló un velero durante una semana por el que desembolsó 30.000 euros. La privacidad tiene un precio y la reina está dispuesto a pagarlo.
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