La historia de don Felipe y doña Letizia está plagada de sombras. Los protagonistas no quieren que nada de lo suyo trascienda al ojo público y practican un hermetismo total. Especial énfasis ponen en resguardar todo lo relacionado con la anterior vida de la reina. Sin embargo, eso no impide que ciertos pasajes de su existencia salgan a la luz. Letizia Ortiz quiso anular la boda con Felipe. ¿Qué motivos le llevaron a tomar esa decisión? Te lo contamos todo a continuación.
Las precauciones de Felipe y Letizia
> Letizia Ortiz y el príncipe Felipe fueron muy discretos cuando empezaron a salir. Sabían que un paso el falso los pondría en el disparadero. Don Felipe tuvo que renunciar a Eva Sannum por la oposición paterna. Se le hizo ver que la noruega no era la adecuada debido a su trabajo de modelo. Se hizo hincapié en que había sido captada en topless y eso era una mancha que una futura reina no podía tener en su currículum.
A pesar de que sabía de las dificultades que tendría Letizia, don Felipe apostó por el amor. En esa ocasión, nada pasaría por delante de los sentimientos. En el fondo, siempre se arrepintió de la decisión tomada con relación a Eva. Consideró que debía haberse mostrado más firme. Eso no volvería a ocurrir.
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Letizia quiso anular la boda con el príncipe
> Así se desbordó Letizia según El Español: “El caso es que nada más llegar al atelier de Pertegaz, antes de que apareciera el modisto y tras una fuerte discusión con su prometido en el avión que les llevaba a Barcelona por un asunto de protocolo, Letizia sufrió un ataque de ansiedad en toda regla. La todavía periodista comenzó a decir que anulaba todo, que ella no se casaba, que no quería hacerlo… Tras echar a todos los presentes de la sala, le acercaron una infusión para que se tranquilizara, cosa que no lograron”.
La cosa no acabó aquí, “La comitiva (Doña Sofía, Letizia y Paloma Rocasolano) decidió marcharse al Palacio de Albeniz, donde se solía alojar a Familia Real cuando viajaba a la Ciudad Condal. Allí se reunió con ellas el Príncipe Felipe, que había sido avisado de la crisis que estaba sufriendo su novia. En una habitación cerrada, los gritos de la pareja se escuchaban en todo el palacio. Mientras Felipe y Letizia discutían sobre su futuro, Sofía y Pertegaz le daban, en otra habitación del recinto, los últimos toques al vestido para marcharse después al taller”.
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Una crisis que se veía venir
> En aquellos días mucho se habló de que Letizia no estaba de acuerdo con el diseñador escogido para su traje de novia. En Zarzuela, conscientes de que era uno de los grandes de la alta costura española, decidieron que era el idóneo para vestir a la periodista en su gran día. De hecho, el resultado fue un vestido cuyo estilo demuestra una mezcla de estilos algo extraña.
En relación a la prueba del vestido que quedó pendiente cuando Letizia estalló se llevó a cabo: “Letizia se dejó convencer y a las ocho de la tarde acudió a las oficinas del diseñador para hacerse la famosa prueba que le había llevado a Barcelona. La cita se prolongó durante una hora”. Quien tuvo un papel importante en la resolución del conflicto fue la infanta Cristina, que se reunió con la pareja. La infanta supo disipar los miedos de su cuñada y todo siguió adelante.
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El gran día de Felipe y Letizia
> El 22 de mayo de 2004, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz se dieron el sí, quiero en la Catedral de la Almudena. La boda quedó algo deslucida por el gris y la intermitente lluvia. La periodista estaba muy nerviosa y él la recibió en el altar diciéndole que estaba muy guapa. La pareja destilaba complicidad y mucho amor. Para entonces, ya se hacían cábalas sobre cómo encajaría la periodista en la familia real. Tenía una personalidad muy marcada y entraba a formar parte de la realeza en edad adulta. Don Juan Carlos predijo que habría problemas. Doña Sofía, pidió ayuda al santísimo para que todo saliera bien.
La luna de miel de la pareja fue peculiar. La primera parte discurrió en viajes por España en los que estuvieron acompañados por un nutrido grupo de curiosos. Fue el bautizo de fuego de la periodista. Una inmersión, quizás, demasiado a lo bruto. Posteriormente, disfrutarían de la tranquilidad y belleza de islas paradisíacas, como Tahaa, en Polinesia Francesa.