La infanta Elena es uno de los miembros de la familia real más desconocidos. Su máximo deseo, pasar desapercibida. No le gusta ser objeto de atención y lo lleva muy mal cuando sucede. Durante años, la hija mayor de don Juan Carlos y doña Sofía ha conseguido evitar el escrutinio público. Sin embargo, los tiempos cambian y ya no goza de la protección de antaño. Así las cosas, Jaime Peñafiel da un paso adelante y descubre la alarmante y terrible realidad de la infanta Elena. Te lo contamos todo a continuación.
Elena de Borbón, una infanta con carácter
> La infanta Elena no es fácil. Tiene un carácter peculiar que hace que muchos teman estar cerca. En Zarzuela cuentan que hay quien no quiere trabajar con ella. Es conocida por sus cambios de humor. Sin que venga a cuento, la infanta pasa de la risa al enfado en segundos. Es entonces cuando se enfada y alza la voz. Quienes han sido testigos de estos episodios aseguran que mejor apartarse cuando ocurren. Y es que Elena actúa como un tsunami, llevándose por delante lo que encuentra a su paso.
Tras contraer matrimonio, Elena y Jaime de Marichalar se instalaron en París. El duque tenía su trabajo allí. Desde Casa Real decidieron que la infanta y su marido debían estar bien atendidos. Así las cosas, enviaron una persona de servicio. Parece que las exigencias de la infanta en cuestiones de hogar eran muchas. Tantas que la doncella pidió que la sustituyeran, harta ya de que su vida se circunscribiera a aquellas cuatro paredes del hogar de los duques de Lugo.
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La última salida de tono de la infanta Elena
> La infanta Elena puso rumbo a Sevilla junto a su hija la semana pasada. Todo fue bien hasta pisar suelo hispalense. Elena descubrió que los periodistas la estaban esperando y mostró su peor versión. Cabizbaja y muy contrariada, les llamó “Gentuza” y calificó su presencia allí de “Coñazo”. Junto a ella, Victoria Federica, que tampoco parecía muy contenta, incluso se cubría el rostro. Sin duda, un comportamiento nada apropiado para un miembro de la familia real. Su estatus hace que acercarse a ellos sea misión imposible. Están rodeados de guardaespaldas que impiden realizar el trabajo de los medios. Por tanto, completamente innecesaria y reprobable la salida de tono de la infanta Elena.
No es la primera vez que la infanta Elena tiene problemas con la prensa. De hecho, estando embarazada, solía taparse la barriga para boicotear el trabajo de los fotógrafos. En otra ocasión, desmontó del caballo para increpar a un fotógrafo: “¡Me puede dejar en paz!”, le espetó. Y, claro, el hombre se fue de allí corriendo ante la ira real.
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Peñafiel pone en su sitio a la infanta
> Lo cierto es que el comportamiento de la hija de don Juan Carlos y doña Sofía en Sevilla ha levantado una gran polvareda. Ha mostrado su peor cara y eso no ha gustado. No se comprende esta actitud en alguien de su posición. Fuera o dentro de la agenda real, la infanta forma parte de la institución y debe observar unas normas de conducta. Y a propósito del asunto, Jaime Peñafiel ha terciado para dar su opinión en su blog Reino de Corazones en Republica.com El periodista no se ha cortado un pelo y ha expresado lo que verdaderamente siente:
“Aunque no se puede comparar con los modos de Letizia hacia su real suegra, la Infanta (Elena) ha demostrado ser una grosera y maleducada. Posiblemente, el trato con los caballos se le ha contagiado y cree que a la prensa se le puede tratar como a sus equinos. Aunque pensándolo bien, seguro que a estos… muchísimo mejor. Estoy harto, dolorosamente harto, del casticismo de esta mujer con sus malos modos y sus exabruptos. Siempre echo en falta la presencia de un periodista que le pare los pies y le diga ¡de qué coño vas!”. Mejor expresado, imposible.
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Elena, una infanta que hace valer su título
> La infanta Elena es muy consciente de su posición social y hace gala de ella con frecuencia. Le gusta marcar las diferencias. Sobre todo, cuando se trata de relaciones que están destinadas a durar en el tiempo. En el caso de Letizia Ortiz, su cuñada no ha dudado en restregarle por la cara sus orígenes humildes. Y no en una ocasión, sino en varias. Al principio, doña Letizia calló y aguantó. Sin embargo, llegó un punto en que no pudo más y plantó cara.
Doña Letizia tiene un carácter fuerte, así las cosas, cuando estalló, le dijo de todo a su cuñada. Al ver que no había forma de entenderse, decidió retirarle la palabra. La infanta ni se inmutó. Para ella no existe más razón que la suya. Y en medio de este ostracismo mutuo estaban cuando estalló un nuevo capítulo de esta guerra de cuñadas.