Se ha apagado la estrella de Chiquetete. Su voz rota, entre penumbras, la que hizo al flamenco encontrar su verdadera seña de identidad. Era el icono de las canciones tristes, de ese desamor que conoció bien. Porque Antonio murió amando a su primera mujer, Amparo Cazalla, a quien pedía refugio entre batalla y batalla. No hubo otra como ella. Fiel, sincera, impetuosamente emocional y respetuosa hasta el final, Amparo era su roca.
Tal vez por eso debió acordarse de tantos momentos vividos antes de entrar en quirófano. Él sabía que se acercaba su final cuando, en la UCI del hospital Virgen de Fátima sintió que su corazón empezaba a fallar. La operación de cadera a la que había sido sometido le condujo hasta una muerte que algunos presagiaban. Alarmé en varias ocasiones sobre un final que nadie creía. Estaba débil, pero no solo de salud, sino también de compañías. Se dejaba malquerer, mendigaba un cariño que no era real ni en quien tanto lo divulgaba. Postrado en el pasado, desprotegido y tan vulnerable como un anciano, pasaba sus días y sus noches buscando una motivación para seguir viviendo.
“Él, renqueante y sin fuerzas, accedía a cumplir la voluntad mediática de ella”
Pero nunca llegó. A su lado, Carmen Gahona desgañitaba un amor que no lo era. Estaban separados, tal y como conté en exclusiva en este medio, aunque él, renqueante y sin fuerzas, accedía a cumplir la voluntad mediática de ella: disimular ante las cámaras y convencer de que lo suyo era prolífero y férreo. Se veían con la misma frecuencia con la que discutían aunque su convivencia, digan lo que digan, ya no era tan habitual. Él intentaba desfogarse en otros brazos y ella, conocedora, cumplía con su máxima televisiva.
Es ahora cuando sus hijos, en especial la vulnerable Rocío, lloran impotentes por no haber actuado a tiempo. Era difícil convencer a su padre de que necesitaba una vida nueva. Un cambio total de compañías, de metas y de pareja. Antonio desoyó siempre a quienes le intentaban acompañar por el buen camino. Al menos por el menos angosto y peligroso. Como cuando se arrejuntó con Raquel Bollo, el principio de su fin.
“Raquel rentabilizó como nadie las agresiones físicas. Fueron su cheque y cohete a una fama que sigue aprovechando”
Sus desencuentros, juzgados, fueron continuados. Nadie pone en duda sus actos mezquinos, iracundos y debidamente condenados. Pero Raquel rentabilizó como nadie las agresiones físicas. Fueron su cheque y su cohete a una fama que sigue aprovechando para trabajar en televisión.
Es pronto para adivinar qué papel jugará cada uno a partir de este momento. Pero sí vaticino una guerra encarnizada, brutal y sin censuras, entre los hijos y la Gahona, a quien ya señalan como irresponsable y despiadada. Tiempo al tiempo.