Nada queda de la Letizia Ortiz que un día se instaló en palacio como prometida de don Felipe. Todo empezó con una rinoplastia, y fue ahí donde la reina conoció que existía la medicina estética. Desde entonces, doña Letizia no puede vivir sin los cocktails mágicos que le confieren la apariencia de una treintañera sobrepasados los cuarenta. Cada vez se somete con más asiduidad a ellos. Esto ha hecho que en Zarzuela exista preocupación y salten las alarmas.
2Una reina adicta a la belleza
El asunto es que doña Letizia se ha convertido en adicta a los pinchazos y cada vez se somete a ellos con mayor asiduidad. Tan solo pasan cuatro semanas entre sesión y sesión, a veces menos. Y es que la reina quiere lucir siempre perfecta, algo muy loable. El problema estriba en que se ha convertido en obsesión y en Zarzuela existe preocupación. Ciertamente, no ayuda que Letizia fomente su lado de beauty victim porque eso da carnaza a sus detractores.
Desde que empezó su relación don Felipe, la periodista se ha quejado de que su papel, antes como princesa, y ahora como reina consorte, pasa desapercibido focalizándose todo el interés en lo que lleva puesto y en su aspecto físico. Doña Letizia reclama atención para su trabajo. Le gustaría que sus discursos fueran escuchados y las causas que abraza reseñadas. Sin embargo, esto se antoja imposible por lo mucho que potencia su apariencia, haciendo que todo el interés recaiga en su persona.