Kiko Rivera ha vuelto. Y lo ha hecho con una agenda repleta de eventos. Bolos multitudinarios con gente deseando verle sobre el escenario. Sin embargo, intentan opacar sus éxitos de forma sistemática. Es evidente que han iniciado una guerra con el único interés de fastidiar su carrera musical. Intentan desacreditarle con imágenes de salas vacías, testimonios inaudibles y polémicas tejidas sin criterio. Mancillan su nombre sin importarles que Kiko haya vuelto al trabajo después de sufrir los envistes de una depresión que empezó hace mucho.
De ser un vago a ser un mal trabajador
Nadie entiende la inquina con la que algunos tratan a un treintañero con ganas de trabajar. Recuerdo que hace años le recriminaban que vivía sin dar palo al agua. Insistían en que no tenía intención de formarse profesionalmente. Le insultaban sin medida. Le catalogaban de vago y maleante. Ahora, en cambio, cuando en su horizonte solo hay proyectos e ilusiones, tiran a dar. Lo hacen desde el resentimiento más visceral. Tal vez porque Kiko ha marcado perfectamente la ralla que nunca quiere volver a cruzar con quienes le azotan indiscriminadamente.
Los gatos maúllan hambrientos en los estómagos de quienes únicamente ofrecen lo purulento de los famosos. Es el caso de los Pantoja. No hay nada que hagan a derechas.
Rompo una lanza por todos aquellos que quieren abrirse camino sin comulgar con ruedas de molino. Aquellos que viven ajenos al ruido. Sin miedos. Sin mordazas. No es justo que cierto sector de la prensa se haya convertido en un campo de batalla en el que cabe todo menos el dialogo. Resulta asfixiante desarrollarse mientras infiltran un odio que no es periodismo. Los gatos maúllan hambrientos en los estómagos de quienes únicamente ofrecen lo purulento de los famosos. Es el caso de los Pantoja. No hay nada que hagan a derechas. Enciendo el televisor y todo son críticas, comentarios insidiosos o juicios cargados de resentimiento. Calma. Es momento de hacer un ejercicio de introspección y desvestir tanta moralina.
Es difícil vivir ajenos a un ruido que a veces es ensordecedor. Isabel ha entendido que la exposición de las últimas semanas no ha servido para amansar a las fieras. Seguirá siendo presa fácil porque Pantoja es mucho más rentable desde la ofensa que desde la caricia. Sin embargo, ha demostrado que no tiene doblez. Tampoco resentimiento, odio o rencor. Abrazada a esa resiliencia que le ha ayudado a superar los momentos más amargos de una vida de bolero, mira hacia adelante con el convencimiento de que no hay lugar para el equívoco cuando se actúa sin guión.