Doña Letizia no consigue empatizar con una parte de la sociedad. Pasan los años y las cosas siguen como aquel día en que pidió a don Felipe que la dejara terminar de hablar. Se interpretó aquella interrupción con una muestra de su carácter y se le adjudicó el calificativo de mandona. Aunque no se le puede poner ni un pero en su faceta profesional, la reina necesita un milagro para que se la perciba cercana y relajada. En Zarzuela saben que hay mucho en juego y de ahí que hayan creado la Operación Letizia. O lo consiguen, o adiós a la monarquía, temen los altos funcionarios de palacio que han diseñado esta partida de ajedrez que se jugará sobre un tablero llamado España.
6Aire para Leonor y Sofía
Como padres, los reyes obtienen un diez. Ambos están muy pendientes de sus hijas. En el caso de don Felipe, tiene claro que a Leonor y Sofía les aguardan obligaciones diferentes. Llega la época de los problemas porque es muy difícil explicar a una niña que el protagonismo recae en su hermana simplemente porque nació antes. Y aquí es donde doña Letizia debe hacer un cambio porque la realidad familiar nada tiene que ver con la institucional. No va a ser posible que siempre las dos hermanas compartan acto. Tampoco es bueno que la reina esté siempre encima de las niñas atusándoles el pelo o abrazándolas. Eso está bien cuando son pequeñas pero genera inseguridad a medida que van creciendo. El resultado es que Leonor y Sofía siempre buscan la aprobación de su madre con la mirada.
Doña Letizia se ha empeñado en que su familia viva como cualquier otra familia. El problema es que ellos no son como el resto. Representan a una institución donde el orden de prioridades está muy marcado. La reina es la primera que tiene que aprender que la normalidad no es posible dentro de la monarquía. Si lo fuera, reinaría la persona más preparada. Sin embargo, es algo que se heredera.