Doña Letizia no consigue empatizar con una parte de la sociedad. Pasan los años y las cosas siguen como aquel día en que pidió a don Felipe que la dejara terminar de hablar. Se interpretó aquella interrupción con una muestra de su carácter y se le adjudicó el calificativo de mandona. Aunque no se le puede poner ni un pero en su faceta profesional, la reina necesita un milagro para que se la perciba cercana y relajada. En Zarzuela saben que hay mucho en juego y de ahí que hayan creado la Operación Letizia. O lo consiguen, o adiós a la monarquía, temen los altos funcionarios de palacio que han diseñado esta partida de ajedrez que se jugará sobre un tablero llamado España.
1La sombra de doña Sofía es alargada
Letizia Ortiz entró de golpe en la Historia el día en que ella y el príncipe se reunieron con la prensa tras el anuncio de su compromiso matrimonial. La periodista estaba alabando a doña Sofía cuando don Felipe la interrumpió. Ella pronunció: “Déjame terminar” y ahí empezó todo. A partir de ese momento, Letizia recibió calificativos poco agradables sobre su persona. Mandona, entrometida, con ansias de protagonismo… Todo iba a desembocar siempre en lo mismo, que no era la indicada para la alta misión que le estaba reservada.
A partir de aquel momento, la sombra de doña Sofía empezó a perseguirla. Todo eran comparaciones entre ambas mujeres y Letizia siempre salía perdiendo. Lejos de apartarse de esos análisis periodísticos que le hacían daño, la princesa los devoraba. Esto cada vez la apartó más del lado de su suegra. Podría haber aprendido mucho de ella pero quiso demostrar que no necesitaba ayuda. Sin duda, un terrible error. A la princesa le ganó la partida el amor propio y perdió la ocasión de instruirse de la mano de la mejor reina de su generación, doña Sofía.