Dulce lo ha vuelto a hacer. Ha demostrado que, una vez más, ha elegido a Isa Pantoja para vengarse de la que fuera su jefa. Lo hizo el fin de semana en Sábado Deluxe donde arremetió contra la tonadillera. Tras su entrevista son ya muy pocos los que no entienden que Isabel decidiera no acudir al bautizo de su nieto. La provocación hubiera sido mayúscula tras otorgarle el papel de madrina a quien es, sin ningún género de dudas, una de las mayores enemigas de la cantante. Se desoyó, además, la ilusión que a Pantoja le hacía que fuera su sobrina Anabel la que protagonizara ese papel protagonista.
Dulce es la mano que mece la cuna. La mujer que ha puesto en jaque la tranquilidad familiar con un plan -tan burdo como maquiavélico- urdido para vengarse. Le saldrá mal. Pantoja ya ha encargado a su abogada, la prestigiosa Cinthya Ruiz, una nueva demanda tras su intervención en Sábado Deluxe. La intromisión es indiscutible.
Isabel no está dispuesta a soportar tanta afrenta. Suficiente es tener que verla deambular por los platos embruteciendo su nombre. Dulce no es un sabor, es una caja registradora. La misma que hace años despotricaba contra la ristra de trabajadores desleales que largaban lo indecible, sigue los mismos pasos. Se desliza por la vereda como una serpiente de cascabel en busca de un fajo de billetes que engullir. Lo que no ha entendido es que todo lo facturado tiene fecha de caducidad. Lo perderá todo. Es lo que suele suceder con el dinero que se consigue a golpe de traición. Si no es por una demanda, será por otra. O por su mala cabeza.
Una relación tóxica con insultos y gritos
Y, mientras, Isa sigue encaromada a esa irrealidad en la que vive. Sin atender a razones. No muestra ni un ápice de contrariedad o desazón. No se entiende tanta frialdad. Es como un témpano de hielo. Impenetrable (en lo emocional), se bebe el verano a grandes sorbos. Ahora en Grecia, mañana en Ibiza y la próxima semana tal vez en Turín. No parece ocuparle ni preocuparle que su madre llore como la Zarzamora ante sus constantes y desafortunados desplantes. Prefiere vender victimismo del bueno a plantar cara a la vida y resolver -con garantías- los mil y un problema que le acechan.
Como esa relación con Alberto Isla cargada de una toxicidad que ahuyentaría a cualquiera. Son El Tócame Roque pero elevado a la enésima potencia. Ahora se desgañitan por teléfono, hasta se insultan y reprochan en do menor. Volverán. La rentabilidad se mide en portadas. Y ellos valen más juntos que separados. Vaya par.