El 2018 está resultando un año complicado para doña Letizia. La soberana tiene que lidiar con varios frentes abiertos de importante calado. Y lo que se suponía un cálido y dulce verano, tampoco lo será. Agosto se presenta como un mes horribilis para la Reina.
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Doña Letizia está preocupada por las palabras de Ana Urdangarín y temerosa de que pueda realizar alguna acción que perjudique a la Corona. Sabe que es muy fácil filtrar información y documentos a los medios de forma anónima o vía persona interpuesta. Esto es lo último que desea la Reina. Otro escándalo haría tambalear la monarquía, seriamente tocada por el proceder de sus titulares.
Pasan los meses y todavía colea el gesto despreciativo de doña Letizia a su suegra. Algo ocurre con la Reina que no consigue empatizar con una buena parte de la sociedad española. Se la percibe soberbia y malcarada. Le han aconsejado que cambie un poco su manera de producirse en público pero no está dispuesta. Es lo malo de tener tanta seguridad en uno mismo, que no se atiende a razones.