Es como si Isabel Pantoja hubiera renacido. Como el (re) volver a una felicidad que parecía abandonada. La cantante está dispuesta a vivir más tranquila, sin grandes problemas. Centrada en los suyos y en sus próximos conciertos. Tanto es así que, me aseguran, está prácticamente convencida de quitar la demanda que interpuso contra Alberto Isla. Eso si, no es cierto que Isabel haya planteado un pacto para retirar la demanda ni que sea un trueque para que Chabelita no contraiga matrimonio con. Isabel se emocionó con la pedida televisada y, aunque es poco dada a los chous (sic), no le molestó la boda garífuna en Supervivientes. Está claro que su hija está por encima de cualquier adversidad y que, aún con la protección que lleva a cuestas, prefiere que Isa vuele sola.
Tal vez por eso su planteamiento es serio y convincente. Me aseguran que todo su entorno, incluido Kiko Rivera, está de acuerdo con la decisión de su madre y ansía que consigan alcanzar una entente cordial ahora que las aguas vuelven a bajar calmadas. Eso sí, me consta que todavía no hay comunicación formal a sus letrados para que se produzca la retirada. Hay que esperar. Isabel quiere aguantar a que Alberto regrese a España para sentarse con él, recibir sus disculpas y escuchar sus promesas de futuro, tal y como desveló La Mañana de TVE.
Dispuesta a perdonar
Pantoja cree en las segundas oportunidades, en la reinserción emocional y, sobre todo, en su hija. Es ella la que le ha transmitido que Alberto es el hombre de su vida y que está profundamente enamorada. Sabe que Alberto clavó puñales dialécticos cuando la vida les separó, pero ahora las cosas han cambiado.
Chabelita y Alberto han madurado. Ella es menos casquivana y él se muestra más contenido y certero. No hay más que observarle en Cayos Cochinos cuando habla de su novia. Nada que ver cuando se paseaba por los platós deslenguado y desmedido, arrastrado por una fama mal gestionada que le marcó los abdominales pero que le alejó de la realidad. Parece que su redondez actual le ha dotado de más sensatez y bondad. Me gusta comprobar que siempre hay una próxima estación.