La infanta Cristina de Borbón cuenta los días para enfrentarse a uno de los momentos más amargos de su vida. Si sentarse en el banquillo de los acusados fue un revés personal e institucional para la Corona, mucho más lo será cuando en apenas tres semanas su marido tenga que personarse en el Tribunal Supremo para cantar una inocencia que ya nadie cree. Conspiraciones y presunciones aparte, la exduquesa de Palma debe reorganizar su vida en torno a esta oscura fecha en el calendario de su año más oscuro.
5‘Felipe’, una nombre que amaba y ahora detesta
El aterrizaje forzoso de la infanta de nuevo en Zarzuela podría suponer un cisma interno en Casa Real. Un forcejeo entre el rey Felipe y sus padres, que, unido a la delicada situación de la monarquía y la inestabilidad política, no haría más que sumar un nuevo quebradero a la cabeza de Felipe VI. Con la frialdad de la mente y el corazón de perfil, Letizia arrojaría la luz necesaria para resolver este intrincado nudo.
Por encima del cariño y la admiración fraternal se encuentra la representación de la Corona, un papel ejemplarizante que convierte a Felipe antes en rey que en ciudadano. Un rol por el que fue concebido y a posteriori, educado y criado. El caso Nóos y sus consecuencias judiciales y sociales hizo que la relación personal entre Cristina y su hermano Felipe estallase en mil pedazos para siempre. Algunas voces apuntan a Letizia como responsable de este tiempo de hielo entre los dos hijos de los eméritos y no es ningún secreto que las relaciones entre cuñadas jamás han sido excelentes. No obstante, Felipe VI sabe quién es, qué representa y cómo debe actuar. La vuelta a casa de la hija pródiga no haría más que sumar otro escándalo arrastra la Casa Real. Una coyuntura por la que el rey de España no está dispuesto a atravesar. Y mucho menos Letizia.