Viernes 22 de diciembre. Nos encontramos en uno de los barrios más de moda y transitados en la noche madrileña, el de Salamanca; en una de sus calles en concreto, la de Jorge Juan. Una de las celebrities más prestigiosas y aclamadas de España paseaba por la zona en busca de un local de copas donde brindar con amigas por una noche alegre en la que las cenas de despedida antes de la Navidad y de empresa eran las protagonistas.
A la altura del número 50 de la mencionada calle Jorge Juan se ubica uno de los club nocturnos más buscados de la capital: Soho Bar. Dentro, el ambiente no podía ser más distendido… Gente de todo tipo, música ambiental, las luces de neón se mezclaban con el calor de las velas en las mesas, etc. Y allí estaba ella: nada más y nada menos que la gran Isabel Gemio.
La periodista tomaba posesión de una de las mesas mejor ubicadas del local, rodeada, eso sí, de otras mesas. Todas ocupadas. El bar estaba lleno. En este contexto, Isabel Gemio daba orden a la camarera de pedir las bebidas que ella y su grupo de tres amigas iban a tomar el rato que disfrutarían de esa jornada de fiesta. Cuatro copas de balón en total, todas aderezadas con mucho hielo, ginebra y tónica. Suponemos, los temas centrales de sus conversaciones bien podrían ser sus asuntos familiares, relaciones personales o incluso laborales. Hasta ahí no llegamos.
Pero de lo que Cotilleo sí fue testigo durante esa velada es de confirmar esa fama que precede a Isabel Gemio desde hace años y que no es otra que conocer cómo es de fuerte y directo su imperativo carácter. La extremeña, en un momento puntual de la noche y en mitad de este divertido y jocoso ambiente, decidía elevar su voz por encima de la de todas las personas que tenía alrededor para mandar bajar la voz a un grupo de cinco jóvenes que tenía en frente. Pero, ¿qué era lo que estaban haciendo este grupo de chicos y chicas para que incomodaran a Isabel? ¿Estarían los también clientes del local molestando a la presentadora?
Nada más lejos de la realidad y nada que no sea normal dentro de un bar de copas. «Perdonar, ¿podéis bajar el tono de vuestra voz, vaya follón que tenéis montado?». Esta fue la frase imperativa que Gemio lanzó al grupo. Una sentencia que poco bien sentó a los receptores del mensaje… «¿Se cree esta señora que el local es suyo?», decía Javier G. uno de los protagonistas. Y añadía su amiga Irene: «Es un bar de copas, ¿qué problema tiene?».
Tras haber narrado este suceso, vosotros, ¿qué pensáis? ¿Tiene Isabel Gemio la razón o su carácter es el que está fuera de contexto?