Ese coche de cristales tintados no llama la atención. Es un Seat Exeo familiar, un modelo bastante corriente, que incluso se utiliza a menudo como taxi. Lo que no es corriente es el pasajero que viaja en el asiento de copiloto. Se trata de un hombre que frisa los 80 años, con el pelo rubio ya plateado y en franco retroceso, ojos azules, y apellido De Borbón y Borbón; nombre, Juan Carlos. Juan Carlos I de España.
De profesión, rey emérito. Realmente un hombre generalmente simpático que tiene arranques de cascarrabias y trata de vivir su jubilación del oficio de rey con la mayor discreción posible.
2Sus escapadas secretas en silla de ruedas
Pero las limitaciones físicas nunca han podido impedir que, en lo posible, pudiera disfrutar de algunos pequeños placeres. Don Juan Carlos ya caza poco (una actividad que le ha producido una cierta sordera), pero sobre todo en los meses de sus largos postoperatorios era más un anciano que se movía en silla de ruedas.
Apasionado por la naturaleza, era trasladado con enormes dificultades a apostaderos en los montes de la finca La Zarzuela desde los que localizar con prismáticos la rica fauna salvaje del lugar. Fundamentalmente gamos, ciervos y jabalíes. Se trata de lugares escarpados, protegidos por efectivos de la Guardia Real, a los que resultaba complicado llegar con una silla de ruedas, por muy ergonómica que fuera la del Rey.
Genio y figura hasta su sepultura real, pues recordemos que el hecho de que Juan Carlos I fuese durante un tiempo portado en una silla de ruedas tuvo su origen en una cacería furtiva en Botsuana. Y por ‘furtiva’, nos acogemos a todas y cada una de las acepciones del término.