La familia real española está envuelta por un halo de misterio cimentado en un pacto no escrito con la prensa por el cual jamás se levantarían las alfombras de palacio. Sin embargo, los tiempos cambian y los reyes eméritos, Juan Carlos y Sofía, han contemplado con horror cómo lo que ayer era intocable hoy ya no.
La última polémica en la que se ha visto envuelta Zarzuela data de un libro publicado por Amadeo Martínez Inglés, en el que el ex coronel habla de la vida amorosa de don Juan Carlos I fuera de su matrimonio con la reina doña Sofía.
3Juan Carlos I y el rey Fahd
En la década de los ochenta sucedió un episodio cuyo desenlace provoca risa. Al parecer, el rey Juan Carlos andaba corto de dinero y pidió un préstamo al rey Fahd de 100 millones de dólares: “Con solo poner esa cantidad en un banco a plazo fijo habría obtenido una buena fortuna. Sin embargo, el dinero fue confiado a Manuel Prado, que es todo menos prudente, y lo invirtió al parecer en el azaroso mercado de futuros, con resultados catastróficos, de forma que cuando se cumplieron los diez años acordados (tiempo en el que debía devolverse el préstamo al rey Fahd) no había dinero, o al menos no el suficiente, para devolver. El caso es que había llegado el fatídico momento de la amortización del crédito y el rey Fahd había enviado un primo a cobrarlo. El pánico cundió en Marivent… El rey entró en ebullición: ¡Que viene el cobrador del frac con chilaba! Y envía a Manolo Prado a que reciba con toda pompa al correo real.
Se desencadenan entonces escenas de zarzuela. Manuel Prado parte veloz a recibir al príncipe árabe, tan veloz que se lanza al aeropuerto militar en lugar del civil, que es donde aterrizaría el saudita. Prado está confiado, pues observa en el aeropuerto una agitación desusada que anuncia visitante de calidad, pero cuando colocan la escalerilla al esperado avión se percata de que quienes bajan del mismo son los duques de Kent, a quienes rinde desesperada cortesía. Juan Carlos monta en cólera, a punto de hacer rodar la cabeza del manco en quiebra. Finalmente, cuando Prado pudo encontrar al príncipe saudita, se postró rodilla en tierra, como su antecesor Cristrobal Colón ante el trono de los Reyes Católicos, y llorando le imploró el perdón para él y para la deuda real. Después el propio rey telefoneó a su homólogo árabe quien, con sublime generosidad oriental, no perdonó la deuda pero concedió un plazo adicional de cinco años”, José García Abad, La soledad del rey.