Isabel Preysler ha pasado un invierno en el que no se ha escondido en lo absoluto. La maestranza de Sevilla, Loewe, Vanity Fair y un sinfín de eventos donde la filipina ha acudido en los últimos meses acompañada de su pareja, el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa.
El pasado miércoles 14 de junio, Isabel hacía, por fin, su reaparición, tras casi dos meses apartada del foco mediático, en un evento de Porcelanosa, empresa de la que es embajadora hace muchos años y con la que ha viajado a lugares como Nueva York o el mismísimo Buckingham Palace junto a la Familia Real Inglesa.
Más joven que nunca, la Preysler esquivó las preguntas relativas a su rejuvenecido rosto o a si su ausencia temporal se ha debido a pasar por boxes, pero no ha tenido ningún reparo en hablar sobre otros temas. Respecto a las campanas de boda que podrían sonar en su familia, lo niega rotundamente, por lo que de momento ni Ana Boyer con Fernando Verdasco, ni Enrique Iglesias con Anna Kournikova ni ella misma con Mario Vargas Llosa pasarán este 2017 por al altar.
El motivo de Isabel Preysler no se debe de forma oficial a un retoque estético sino que según la propia madre de Tamara Falcó: «Estuve en Estados Unidos. Unos días con Mario en Nueva York, porque él se fue a Chicago a sus conferencias, y el resto con Chábeli y mis nietos. De vez en cuando es bueno alejarte y así no os cansáis. Me veis demasiado». Confesó, de hecho, que sus nietos no la llaman «abuela» sino «lala», algo que ella personalmente prefiere.
Además se le preguntó por sus planes de verano, algo a lo que Isabel contestó que «de momento no hay planes fijos, pero con Mario todo es posible. Espero que sea tranquilo y que no haya medusas (recordemos que el escritor estuvo ingresado por una picadura) ni paparazzi. El año pasado viajamos al quinto pino y allí nos pillaron».