Desmontando la mentira de Belén Esteban sobre Cristina Blanco: el día que La Princesa del Pueblo rompió su silencio sobre la vidente

belén esteban y miguel ángel-muñoz-mantuvieron-un-romance-en-el-año-2000

Belén Esteban es una de las personas que conocen de cerca a Cristina Blanco. La Princesa del Pueblo era una de las famosas más cercanas a la vidente en su cénit mediático, hecho que le ha repercutido negativamente a la larga porque a la de Paracuellos no le sienta demasiado bien que le recuerden su montaje con Miguel Ángel Muñoz.

Hace unos días ‘Sálvame’ abordó el tema de la «vidente invisible» y Belén señaló que llevaba veinte años callada sobre el tema, pero este extremo es falso. Recuerden que en marzo de 2012 Mariñas y Belén protagonizaron una monumental enganchada por unas palabras del gallego sobre su hija Andrea, hecho que obligó a la colaboradora de ‘Sálvame’ a recordar su pasado en común junto a la bruja de los famosos: «Cristina Blanco me quiso montar hasta una cita con Rodríguez Menéndez y este hombre (por Jesús Mariñas) sabía toda la trama y manipulaba. Todavía sigue hablando de lo que no tiene que hablar… Para mí es doloroso que hable de mi hija, hablo porque la he parido pero ese… Le taparía la boca con dos hostias. Este señor por no tener no tiene ni perro. Pienso pegarle dos hostias cuando venga. No soy como este que ha tirado mierda y ahora se la tiene que comer. Mi hija no tiene complejo ninguno, al revés, la da igual».

 

Desmontando la mentira de Belén Esteban sobre Cristina Blanco: el día que La Princesa del Pueblo rompió su silencio sobre la vidente

 

Jesús Mariñas, cercano y quizás cómplice respecto a la mercancía que prefabricaron en aquel lejano verano marbellí, demostró su falta de pelos en la lengua al abordar el tema en La Razón, eso sí, señalando que no fue montaje sino imaginación de los fotógrafos: «Belén Esteban, entonces delgadísima y con facciones hoy inexistentes, cayó con su panda, en la que destacaba la divertida lealtad vigente de Mariví. También Cristina Blanco, su silente marido que no daba golpe y el entonces niño. Lo era aunque lo liasen con Belén, disparate imposible porque le llevaba como quince años (…) el mayor acercamiento que tuvo a la Esteban fue un domingo sentados en el asiento trasero del Jaguar que me prestaban y que yo les cedía por la noche. Me lo devolvían al alba sin gasolina. El chófer y yo no podíamos más. Luego nos sorprendió hasta la risa el inventado romance, más producto de la fiebre veraniega que dominaba a los paparazzis del lugar en pos de sensacionalismo. Cristina no lo desmintió y ha llegado hasta hoy».

El periodista también recordó un llamativo día que compartió con ambos: «Ese día, «la princesa del pueblo» quiso ir a Gibraltar «para ahorrar comprando tabaco». Cogimos la atestada carretera y, tras una larga cola de acceso, nos plantamos en la desangelada roca. Como no la conocían, les pasmó su fealdad nada acogedora, que contrastaba con la opulencia marbellera. Compramos ocho cartones, dos por cabeza, temiendo la vuelta, que luego pondría a Belén echando humo. Y sigue así. Se decepcionaron ante lo visto, esa tristona «roca amada de todo español», como proclama la patriótica canción. Miguel medio se adormiló y lo despertamos para comer en un parador de la antigua carretera. Almorzamos en una terraza y Belén se puso las botas tras haber devorado en el trayecto una gran bolsa de magdalenas «made in Gibraltar». «Pero, Belén, ¿ y tu azúcar?», le advertimos asustados. Y siguió comiendo. Eso no le impidió tomarse un par de huevos fritos con chorizo y una carne al horno que aligeró el nada digestivo condumio. De postre, macedonia con helado. Banquetazo muy de régimen».

Ahora parece ser que Cristina Blanco se encuentra mejor: «Superó lo que tuvo. Llevo años sin noticias suyas –una llamada de vez en cuando–, aunque somos compadres porque con Lara Dibildos apadriné a Andrea, una de las dos peruanas que adoptó cuando hacerlo no estaba tan de moda como ahora. Le pudo el corazón y, a pesar de ya ser madre, le emocionó tanta necesidad infantil. La bautizamos un atardecer en los Jesuitas de Serrano y luego dio paella en la arrocería que había en el actualizado NH Eurobulding. Creo que le regalé una cadena con medalla, el topicazo, a una cría que luego apenas volví a ver, salvo alguna tarde marbellí».