Isabel Pantoja es una de nuestras cantantes más importantes. Se podría decir que es una de las últimas cantantes de la tonadilla que sigue triunfando sobre los escenarios. Pero su vida ha estado perseguida por la polémica. Son muchos los escándalos que han hecho que su imagen célebre se haya teñido de negro. Y es que algunos de sus seguidores no le perdonan su paso por la cárcel y, desde luego, han dejado claro que no estarán a su lado durante su breve pero interesa gira por Latinoamérica.
Las que sí estarán, a priori, serán algunas de sus más recientes amistades. Nos referimos a Paqui y Celeste, dos miembros destacados de su club de fans, que se han convertido en imprescindibles en su vida. Pero, ¿qué ha hecho Isabel para generar tanto odio e animadversión?
A Isabel le persigue la sombra de la prepotencia. Quienes han estado cerca de ella la describen como una mujer muy altiva que siempre mira por encima del hombro. Dicen que rara vez se muestra cercana y que le gusta que el servicio no se dirija a ella. De hecho, para sus próximos conciertos en Sudamérica, Pantoja ha dado muestras de su soberbia al escribir una larga lista de peticiones que nada tiene que ver con temas musicales. Por ejemplo, Pantoja ha pedido veinte toallas blancas, fruta en cantidades industriales…
Mostrarse tan lejos de la realidad ha provocado, sin ningún género de dudas, que la gente la vea como un ser demasiado especial. En estos tiempos en los que las verdaderas estrellas son más cercanas que nunca en las redes sociales, su necesidad de estar a tres metros sobre el resto de los mortales, desagrada y aleja.
Isabel Pantoja todavía no ha pedido disculpas públicas a sus seguidores después de pasar por la cárcel. No se entiende que no se haya dirigido a su público y haya entonado el mea culpa para demostrar su arrepentimiento. Saquear las arcas de Marbella y pagarlo con la privación de libertad parece no haber sido suficiente para que haya dado un paso adelante para reconocer que se equivocó al dejarse abrazar por la ambición.
Además, ella sigue empeñada en compararse con la Infanta Cristina. Por eso sus más cercanos insisten en que su presencia en la cárcel fue absolutamente injustificada. Sobre todo porque todo hace indicar que la hija del rey emérito no acabará en un centro penitenciario. Este hecho ha hecho que la gente se ría a mandíbula batiente porque, ya se sabe, las comparaciones son siempre odiosas.
Si algo caracteriza a Isabel Pantoja es que suele enfrentarse con sus amigos. Apenas le quedan. Está claro que no siempre va a tener la culpa de todas sus enemistades, pero nos consta que muchos de los enfados son por culpa de su falta de comunicación. Por ejemplo, es vox populi su distanciamiento con la que siempre había sido una gran amiga, Charo Reina. ¿Por qué se rompió la relación entre ellas? La incomunicación. Y la influencia de terceras personas.
También ha soltado amarras con sus amigos contertulios. Ni siquiera con Raquel Bollo, que ya está lejos de los focos, ha recuperado la relación. Chelo García Cortés y Luis Rollán son otros de los daminificados. Dicen que el responsable de tanto borrón en la lista de los afectos es el hermano de la cantante, que intenta protegerla a capa y a espada.
Otra de las cuestiones que hacen dudar de Isabel es que tiene muy mala suerte en el amor. Nos preguntamos qué extraña peculiaridad tiene la cantante para que, después de Paquirri, no haya alcanzado la felicidad en compañía. Ni siquiera Diego Gómez, con quien encontró la estabilidad, consiguió convertirla en alguien sin miedo a los infernales sentimientos del amor.
A pesar de lo suyo se acabó, en la actualidad Diego e Isabel mantienen una buena relación. Sus contactos, a pesar de que son esporádicos, evidencian la capacidad del empresario para perdonarla. Lo curioso es que es de uno de los pocos ex que quiere seguir sabiendo algo de ella, pues las otras personas que han pasado por su vida -con o sin bata de cola- han acabado queriéndose alejar de ella. No la quieren ver ni en pintura.
No nos gusta que Isabel necesite pasar por el quirófano con tanta frecuencia. Ha perdido naturalidad, incluso el encanto de tiempos mejores. Ahora luce desconocida, no parece ella tras tanto chute de botox y vitaminas. Se ha convertido en una muñeca de plástico que apenas tiene arrugas de expresión.
Lo que nos extraña es que nadie de su entorno sea capaz de decirle que frene, que lo que poco gusta, mucho cansa. Además, ahora que ha cogido varios kilos, no necesita tanta aguja para lucir rejuvenecida, ya que es evidente que su rostro se redondearía mucho más.