La entrevista que Toño Sanchís ha concedido a la revista Lecturas ha hecho correr ríos de tinta. Sus confesiones, once meses después de que se iniciara su conflicto con Belén Esteban, ha provocado infinidad de comentarios. Los más hirientes advierten que la entrevista está plagada de incoherencias y falsedades. Apuntan a que Toño vive una realidad paralela en la que nada es lo que parece. Curioso, pues él mantiene lo mismo sobre los que le atizan, sin conmisericordia, desde las tardes de Telecinco.
Toño no entiende nada. Cuando enmudece por mandato de la ley, se revuelven con histeria colectiva. Pero, cuando da un paso al frente y explica su parecer ante el devenir de los acontecimientos, le acusan de mercantilista e incongruente. Sea como fuere, parece que cualquier decisión le acarreará consecuencias similares. Por eso no me extraña que haya decidido tomarse el mundo por montera, compartir su angustia y enumerar las heridas en campo de batalla.
Pero no será la única vez que hable. Toño está dispuesto a afrontar cualquier ataque desmedido. Como el que, presumiblemente, tendrá lugar el próximo viernes en Sálvame Deluxe. Ya se anuncia que la Esteban volverá a comparecer para, además de contrarrestar las declaraciones de su ex amigo, dar a conocer una misteriosa notificación que le ha hecho saltar de alegría. Nadie habla, pero todos insinúan que ha ganado la primera batalla en los tribunales. No parece tener sentido, pero habrá que esperar a que la de San Blas ponga sus cartas sobre la mesa.
De lo que no cabe duda es que Belén volverá a abrir la caja registradora. Se lamenta, pusilánime y cabizbaja, del dolor que sufre, pero suma ceros con una facilidad pasmosa. Quizás, claro está, por aquello de que las penas con pan son menos: «Sin trabajar conmigo sigo haciéndole ganar mucho dinero», me dice un Toño al borde del despiporre tras escuchar la vehemencia de su ex representada. No está equivocado. Y es que lo innegable es que para ambas partes, su conflicto es también un negocio.