El (no) repique de las campanas ha despertado las bestias del pasado. La boda de Rocío Carrasco y Fidel Albiac ha tendido la alfombra roja a los viejos fantasmas. Han vuelto en tromba, como elefantes en una cacharrería. Y, lo que es peor, dispuestos a revolverlo todo. Es un totum revolutum. El final en el final. Nadie puede negar que el sí quiero ha abierto la compuerta a los funestos recuerdos, a las imposturas de antaño. Ha borrado farsas y ha ayudado a que los que permanecían escondidos hayan dado un paso al frente. Ya no hay vuelta atrás.
Ni siquiera para esa Raquel Mosquera indispuesta que pasea sus tragedias de plató en plató, desmedida, sin control. Parece convencida a azuzar el ambiente sin temer el paquete judicial que se le viene encima. Será difícil de sostener en un tribunal que, a grandes rasgos, Rocío Carrasco acabó matando a su padre. A disgustos, sí, pero al fin y al cabo empujándole a las garras de La Parca. Tremendas declaraciones que la hija de Pedro Carrasco ya ha puesto en manos de su abogado. Pretende llegar hasta el final, aunque es consciente de que el camino será angosto, pues Mosquerona tiene previsto asaltar de nuevo la intimidad familiar. Ha encontrado el filón perfecto para saldar las deudas pendientes. Y no solo las económicas.
Quien también parece estar purgando los errores del pasado es Ortega Cano. Le señalan con el dedo acusador. Dicen que daba mala vida a su mujer. Que cuando el cáncer desahució a la Jurado, su matrimonio estaba hecho trizas. Él defiende su honor. Tres veces ha negado. Tres veces ha comparecido para asegurar que la suya era una relación a prueba de enfermedades. Versiones contradictorias que Amador Mohedano, convertido en oráculo familiar, tampoco aclara de forma contundente. No sé si por miedo, temor o, tal vez, por cómoda pleitesía. Otra cosa es lo que su ex mujer, Rosa Benito, ha explicado a este que les escribe en más de una ocasión. Mis oídos todavía sangran.
Me cuentan que la respuesta a tanta incógnita la tiene Paloma San Basilio. Ella es poseedora de una confesión aclaratoria que Rocío Jurado le hizo tiempo antes de abrazar a la muerte. Ocurrió durante una cena, organizada después de un espectáculo teatral, y a la que, entre otros, también acudieron el productor Luis Sanz y su marido, Paco Belinchón. Rocío acudió sola, lo que sorprendió a todos los comensales. Tras preguntar por la ausencia del torero, Paloma enmudeció. La respuesta de Rocío fue tajante e inesperada. Se abrió en canal ante la sorpresa de los allí presentes. Urbi et orbi.