Natural, relajada, cercana, sonriente, esa es Letizia Ortiz. Al menos cuando está lejos de su entorno palaciego. Pocas, escasas veces, somos testigos de la reina en todo su esplendor, lejos de los rígidos corsés familiares, y de la exigencia palaciega. De nuevo ha quedado patente que nuestra monarca no se siente cómoda en el entorno familiar de su marido, bajo el atento foco de la prensa y de aquellas instituciones donde la máxima es la perfección.
Sin embargo, todo esto desaparece cuando es ella la que lleva las riendas. Y esto es precisamente lo que sucedió cuando visitó a sus vecinos del barrio obrero de Entrevías para conocer, de primera mano, cuáles son las iniciativas y proyectos de la Confederación Salud Mental España para la inclusión, en la sociedad, de las personas que padecen un trastorno mental y, en cuyo trabajo está especialmente involucrada doña Letizia porque le tocó de cerca y conoce de primera mano los estragos familiares que pueden ocasionar tener un familiar con un problema de salud mental, y que de algún modo, como hermana mayor que es, se lo debe aún a su difunta hermana Érika.
Letizia durante la visita a Entrevías, donde se sintió muy cercana con sus seguidores.
La ministra de Empleo y de Sanidad en funciones, Fátima Báñez, que le esperaba en la puerta de la Confederación, no pudo reprimir una sonrisa al ver como una treintena de vecinos de este popular y humilde barrio de Vallecas, recibieron a la reina sorprendidos por su presencia -que no estaba anunciada-. Los vecinos de avanzada edad rompieron entre aplausos y vítores a la Reina, que no dudó ni un instante en acercarse, estrecharles la mano, fotografiarse con algunos de ellos y en devolverles algo del afecto que la estaban dando.
Doña Letizia se alejó del grupo que la acompañaba hasta en dos ocasiones y de manera muy natural se integró con los curiosos que se encontraron con ella compartiendo algunos minutos de charla, donde seguramente se interesó por la salud de los vecinos, abandonando su papel de reina y ejerciendo el que mejor saber hacer, el de periodista, cercana e involucrándose en la noticia. Porque esta vez la noticia no era ella, eran los vecinos que se acercaron a demostrarla su cariño.
Anecdótico fue el saludo a Antonio José Castaño, más conocido como “Toñín el torero” -propietario del Rincón de Toñín– desde que hace años se convirtiera en el punto de encuentro de aficionados madridistas y que casualidad o no, ya que está contiguo a la Confederación exhibía en su entrada grandes banderas de España.