Isabel Pantoja brilló en la boda de su hijo Kiko Rivera. Fue, sin miedo a equivocarnos, la espina dorsal de una boda que, además de polémica, ha resultado todo un hervidero de informaciones, a cada cual más sorprendente. Conflictos a parte, lo cierto es que todo salió a pedir de boca, tal y como informamos en Cotilleo.es en rigurosa exclusiva. Porque, aunque no hubo fotografías que consiguieran reventar la exclusiva millonaria, sí se han filtrado datos sobre lo que sucedió en la Hacienda Los Parrales.
Me consta que la situación entre Isabelita -Chabelita para la eternidad- y su tío Agustín no fue para nada tan alegre y divertida como algunos señalan. Agustín no tenía el cuerpo para alegrías, a pesar de que su nombre podría inducir a pensar todo lo contrario. Más bien estaba huraño y descangallao. Sentía que ocupaba un sitio que no le correspondía y así se ha hecho ver en la exclusiva en la que aparece -más bien desaparece- de una de las fotografías junto a doña Ana, que se encuentra atravesando dificultades físicas, en la que hay que tirar de imaginación para observarle, difuminado, detrás de los novios.
La vida de Isabel podría cambiar rotundamente si hace caso a los consejos que ha recibido de alguien muy cercano que parece preocupado por sus intereses
Pero, sin duda alguna, me ha gustado saber que, quien más quiere a Isabel Pantoja, le ha sacudido la conciencia en los últimos días. Me cuentan que la tonadillera ha recibido tres consejos no pedidos que pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos. Una vuelta de tuerca a una vida que, si bien está tocada por la varita del infortunio, con estas premisas puede adquirir un tono menos tétrico, más amable, más liviano. Le aconsejan a Niña Isabel que deje de fumar, que cuide su alimentación y que se proteja de las garras profesionales de su hermano, quien ejerce -o, al menos lo intenta- de manager-guía espiritual. Creen, tal vez, que Pantoja debe levantar el vuelo y observar, desde las alturas, la senda que no se ha de volver a pisar, como Machado sentenció.
Quién sabe si la tonadillera hará caso a los consejos que, sabiamente, ha recibido en tiempos menos coléricos y más festivos. Y es que lo suyo siempre ha sido mover la bata de cola. Pero es importante saber cómo, dónde y con quién.