Muchos han sido los famosos españoles que han reconocido sus problemas con las drogas. Quizás el caso más famoso es el de Belén Esteban, que reconocía así en su libro Ambiciones y reflexiones su problema: «Yo acabé tumbada en un sillón todo el día sin ganas de nada. Las únicas ganas que tenía eran de ponerme más».
La Princesa del Pueblo contextualizaba sus palabras en una entrevista televisiva: «Hubo un tiempo en que solo pensaba si mañana tendría para ponerme. En este mundo hay mucha droga, te la ofrecen por todos lados. En ‘¡Más que baile!’ me metía antes de salir. ¡Eso es una barbaridad! Una mañana me fui a rezar a san Judas y le imploré que me ayudara y que me diese fuerzas. Desde ese día no he vuelto a ponerme más, y lo he tenido muy a mano, pero no pienso volver a recaer (…) Tengo miedo a salir porque la droga está por todos lados».
Y por último reconocía: «En este país es muy fácil drogarse y no es nada caro. ¿Qué vale una pastilla?, ¿tres euros? Así se engancha a muchos jóvenes. Son gentuza. Yo tengo miedo a salir porque la droga está por todos lados y sé que voy a casa de personas que tienen gramos hasta debajo del cenicero y que me van a ofrecer… en mi mano está decir que no».
Pedro García Aguado es en este tema un auténtico ejemplo de superación. El protagonista del libro Mañana lo dejo se ha convertido en un prestigioso coach que además ha ejercido de presentador de televisión en grupos como Mediaset o Atresmedia. Así explicaba el campeón olímpico de waterpolo la razón por la cual explicó su tema: «Por mi parte lo que me impulsó a escribir mi historia y la de mi amigo Jesús Rollán fue la rabia que sentía de las cosas que había vivido y los tristes acontecimientos que todos se empeñaron en tapar cuando él murió. Escribí el libro para liberarme, para quedarme en paz conmigo y para sacar algunas opiniones que pondrían las cosas en su sitio, para hablar de una enfermedad, la adicción, estigmatizada por una sociedad hipócrita que acepta el consumo y critica al enfermo. Lo que yo no esperaba es que serviría a tanta gente que no ha parado de darme las gracias por lo que de ayuda les ha servido, tanto por verse ellos reflejados y ponerse en acción para recuperarse como para todas aquellas personas que conviven con adictos en activo y mi libro les ha confirmado lo que ellos se negaban.
Carlos Boyero es sin duda el crítico cinematográfico más leído y temido. El colaborador de El País nunca ha ocultado su antigua adicción a la cocaína y hablaba así de las drogas: «Es imposible olvidarlas, les estoy muy agradecido, aunque estuvieron a punto de llevarme al huerto. Haber renunciado a ello ha sido una pura cuestión de supervivencia. Si no existiera la resaca, serían formidables. Me desfaso de vez en cuando con el alcohol, a la cocaína la tengo a raya desde hace mucho tiempo. Extrañamente, tampoco la añoro, aunque estuviéramos casados durante años».
Quizás no enganchado, pero si las ha probado reiterativamente Fernando Sánchez Dragó. Quizás como simple experimentación. El escritor hablaba así del tema en Jot Down: «Y ahora en el mundo moderno, con la frivolidad que lo caracteriza, primero todas las drogas se meten al mismo cajón y pasan a ser estupefacientes. Y no tienen nada que ver las drogas llamadas alucinógenas con los opiáceos, las anfetaminas… son todas completamente diferentes y de efectos totalmente distintos. El siglo del que antes hablaba era el siglo de Eleusis, que va desde el siglo VII ac. hasta que monjes nestolianos fanáticos del siglo IV después de Cristo reducen a cenizas el viejo santuario iniciático de Eleusis. Todos los grandes espíritus del paganismo, artistas, políticos, todos ellos habían ido a iniciarse en los Misterios Mayores de Eleusis, porque como en todos los ritos sagrados había Mayores y Menores, algo que heredó el cristianismo, pero este quitó el principio activo de los ritos Mayores, que consistían en la ingesta de esa misteriosa sustancia, el kykeon, que llevaba a un estado de trance. El uso de tales sustancias es lo más importante que yo he hecho en la vida. Lo que más me ha enseñado en la vida han sido las ingestas de LSD, mescalina, peyote, ayahuasca…».
Si Antonio Flores murió en plenos problemas con las drogas, su hermana Lolita confesaba así sus coqueteos con esta lacra en Viajando con Chester: «Hubo una época que tonteé bastante con las drogas. La muerte de mi hermano fue una revolución. Me metía rayas de coca y bebía más de la cuenta. Salía mucho… El dolor me hizo caer en ese tipo de cosas. Llegaba a las 9 o 10 de la mañana a casa y me quedaba sola en el salón escuchando boleros de Moncho con mi whisky y metiéndome lo que podía». Hasta que un día su hija Elena, que en aquella época era una quinceañera, la vio mal. «Se asustó y llamó a mi hermana». Rosario la convenció de que aquello que estaba haciendo no tenía ningún sentido».
Muchos recordarán a Paco Vegara por su labor como presentador de TVE en los noventa y por su participación en La isla de los famosos. Su amigo Pablo Carbonell explicaba así lo raro que lo veía en el libro El Mundo de la Tarántula: «Luego supe la razón. Meses después de acabar el rodaje me pidió dinero para desengancharse de la cocaína en una clínica de desintoxicación. No se lo di: el que quiera librarse de eso tiene que apretar los puños y dejarse de hospitales y zarandajas. La película quedó más centrada sin la presencia del cura. Eso está bien. Lo malo es que María Barranco desaparece en buena parte de la película, y lo imperdonable es el tiempo de rodaje que perdimos intentando sacar verdad de una persona bajo la fría dominación de la cocaína (…) Paco ha superado sus problemas, que se agravaron con una depresión y un diagnóstico de bipolaridad. Más tarde lo llamé para que hiciera los coros de Sevillanas globales, de mi disco Canciones de cerca junto a Carmen Tizón. Estuvo sembrado y divertido. Volvía a ser el gran Paco Vegara que yo quise para mi película».
Sofía Cristo no se cortó a la hora de internarse en una clínica de desintoxicación, antes de pasar por un plató de Telecinco: «Meterme una raya se convirtió en algo normal, comprar pan era lo extraño». Su madre, Bárbara Rey, se mostraba contenta con la confesión: «Sólo lleva 15 días ingresada pero ha cambiado, incluso físicamente. Tiene otro brillo. Mi hijo siempre ha sido muy guapo y en el colegio lo tomaban por homosexual. Así que un día le dije: «Ángel, cariño, ¿por qué no hablamos de esto? (…) ‘En lugar de fijarte tanto en mí –respondió Ángel-, hazlo en Sofía’. En ese momento se estaba refiriendo a su sexualidad, no a las drogas, pero me llamó la atención que mi hijo hubiera reparado en algo que a mí me había pasado por alto».
El mundo del deporte no se ha escapado de las drogas. Y si no que se lo digan a Poli Díaz. El mundo de «El Potro de Vallecas» era dibujado así en el libro A golpes con la vida: «La droga en Vallecas fue una lacra, como la peste. Y en el barrio empezaron a faltar héroes y a sobrar heroína», aduce. A Poli Díaz le fallaron los frenos de contención. Fardaba de coca con los amigos, fumaba papel de plata en confianza y se evadía pinchándose. Tanto que cruzó las vías e instaló una tienda de campaña donde ejercía, a cambio de su dosis, de guardián de yonquis». El boxeador vallecano reconocería su adicción: «¿Por qué me enganché? Pues aún no lo sé. Me lo he preguntado muchas veces y no he encontrado una respuesta. Que se lo pregunten a otros, a ver si lo saben ellos. Si alguien quiere saber cómo se empieza, que se vaya a un poblado de esos y haga una encuesta. Yo solo sé que la heroína te puede, te engancha tanto que no ves más cosas en tu vida».
Carmen Ordóñez es uno de los casos más emblemáticos de esta enfermedad. Ella la reconocía en privado, pero su hijo, Fran Rivera, se atrevió a hacerlo en público: «Tengo muchos amigos que consumen cocaína y se creen que controlan pero es mentira. Es una enfermedad como puede ser el cáncer, cualquier enfermedad horrible», dijo el torero. Y continuó: «O peor incluso, la droga te hace mentir, te hace engañar, te hace vivir fuera de la realidad, te aleja completamente de los tuyos y te vas yendo a un camino oscuro». Unos síntomas que vivió en su propia casa: «A nosotros nos hizo mucho daño la droga en casa. Mi madre nunca admitió su adicción. Yo lo hago y lo hago públicamente, porque quiero con estas declaraciones intentar ayudar a familias que lo están sufriendo en su casa (…). Me enfrenté a mi madre, estuve un año sin hablarme con ella por muchísimas cosas que te hacen daño, a lo mejor inconscientemente, pero que hacen daño», se sinceró. «Hubo un momento en el que me tuve que alejar porque yo me tenía que poner delante de dos toros y jugarme la vida. Y dije: o salgo de aquí o me arrastra», subrayó en la entrevista. «Cuando eso entra en una casa acaba con todo, y te hace hacer y pensar cosas, y mi madre ves que a lo que le hizo daño fue a ella, porque mi madre no ha hecho daño a nadie en su vida, a ella y a los que la queríamos».
Según Sofía Cristo, su padre, el popular domador Ángel Cristo, también sufrió este tema: «Yo escuchaba ese sonido de la cuchara que me da mogollón de asco. ‘Hija, sujeta’, ‘dadme una piedra con diez gramos’ o ‘Tú esto nunca lo hagas’, fueron algunas de las cosas que me decía (…) Luego me la empezó a dar para que no cogiera cocaína mala». Otra de las espeluznantes historias que Sofía Cristo llegó a contar en alguna que otra entrevista es que ella, aun siendo una niña, cuando iba a coger quizá unas monedas de los bolsillos de los pantalones de su padre, solía sacar la mano blanca.
Hace más de veinte años moría Edelia Muñoz Barrull, más conocida como Tina del dúo musical Las Grecas. El historiador Manuel Román explicaba así su decadencia: «Había caído en el pozo negro de la droga y la bebida y no quiso, no supo, o no pudo vencer sus adicciones, por mucho que su hermana tratara de ayudarla. Es más: un día Tina tomó un cuchillo y se lo clavó en la espalda a Carmela. Pasó por varios establecimientos psiquiátricos, sin que se rehabilitara. Diagnosticaron que padecía esquizofrenia. Y pisó la cárcel, al menos que yo sepa una vez, tras ser detenida en abril de 1992 en Talavera de la Reina, acusada de robar veinticuatro mil pesetas en una peluquería».
El cantante Antonio Vega nunca escondió su adicción, pero su familia se molestó por el estreno de un documental sobre su vida, Tu voz entre otras mil, que retrataba más al toxicómano que al músico. Según señalaba la familia el retrato que se mostró era puro morbo.
Pepe «El Marismeño» señalaba hace unos años en la prensa rosa que lo que le unió a Carmina Ordóñez fue la droga. El andaluz, ejemplo de superación, habla así de su mejora: «Pero uno no se cura en quince días, hace falta mucho tiempo, años para salir de este horror».
Coto Matamoros nunca ha escondido su adicción a las drogas y en 1999 sufrió un infarto de miocardio en los estudios de Crónicas Marcianas antes de debutar en el programa. El polemista señaló que lo tuvieron tanto tiempo que se drogó para matar el aburrimiento, aunque acabaría en el hospital por ello.
Pocholo Martínez-Bordiu es el eternamente señalado por su supuesto consumo de sustancias. Pero el ex concursante de Hotel Glam lo reconocía a medias hace unos año: «A veces me bebo mis copitas y me fumo mis porros, ¿me entiendes? Pero yo soy así, hiperactivo, con energía posesión».
El cómico Gustavo Biosca, ex colaborador junto a Santiago Segura en La Sexta, publicó hace unos años Diario de un cocainómano: «Dicen que me hice adicto a la cocaína al salir en la televisión, pero es falso. Yo ya me drogaba antes de ser artista. Empecé con el éxtasis, en aquella época la mayoría de adolescentes lo tomaba. Fue a partir de los 22 cuando empiezo a tomar cocaína, porque trabajo la noche, soy mago y camarero profesional y me la encuentro más de frente. En aquella época era una droga de gente más mayor. Ahora la cocaína es devastadora, la toma gente de 14 años. Yo la he tomado 13 años.
La eterna Miss Amparo Muñoz, fallecida a los 56 años, también pasó por el infierno de las drogas: «Yo he vivido mi vida lo mejor que he podido, intentando no hacer daño a nadie. Si a alguien se lo he hecho ha sido a mí misma y a mis padres, que han tenido que sufrir mucho por mí. Siempre le he tenido respeto a todo el mundo, a todo dios, cosa que no han hecho conmigo. Espero que empiecen a hacerlo a partir de ahora», diría la modelo y actriz poco antes de su muerte, que le llegó en Málaga el 27 de febrero de 2011. Adiós a 56 años en los que hubo de todo, desde el título de Miss Universo a la drogadicción, que asumió en público».
Joaquín Sabina, que desde que sufrió un infarto dice que solo utiliza la nariz para respirar: «Por si le sirve de algo a los más chicos, diré que después de 20 años tomando cocaína, yo un día dije ‘nunca más’, y pude dejarla. Con esto digo que se puede salir de las drogas».
En el año 2002 Ricardo Bofill se arrepentía en prensa de sus vicios, internado en una clínica: «He de limpiarme, he decidido no decir más mentiras. Nunca pensé que iba a necesitar un tratamiento. Me había vuelto un sádico hedonista. Me daban tres meses de vida. Mi padre no sabía la droga que tomaba».
El actor y cómico Kike San Francisco habló en Esquire de su caída a los infiernos en los años ochenta: «Estuve enganchado a la mierda del caballo. ¿Estuviste cuatro años enganchado? Sí ¿Y trabajaste en ese tiempo? Sí trabajé. Mi trabajo fue en deterioro porque hacía lo que me daba la gana, llegaba tarde a los rodajes e iba con unos colocones del copón. Lo que hice fue retirarme de mi trabajo absolutamente y me encerré. Estuve como siete años haciendo deporte todos los días como una bestia y nunca más volví a tocar el caballo, por supuesto. Decidí que lo mejor era que me muriera o que lo dejara. De todos modos te voy a decir una cosa, y es que yo tuve la suerte de no haberme pinchado en mi vida. Me enganché al caballo fumando chinos y metiéndomelo por la nariz, pero no sabía dónde me estaba metiendo. Digamos que tuve un castigo por mi falta de humildad estando cuatro años enganchado con esa mierda. Para vivir así es mejor no vivir. Si quieres saber lo que es ser un esclavo no tienes más que probar esa mierda. De hecho, cualquier droga es una esclavitud. En cuanto al caballo, el problema que tiene es que es muy difícil dejarlo».